Al principio no vi nada raro. Aquel lugar estaba tan maltrecho como el resto del castillo. Había escombros por todas partes. También divisé estandartes; las banderas mostraban el símbolo de la Familia Real. Pero los tres triángulos se encontraban desgarrados, casi hechos pedazos.
Miré hacia arriba, hacia el lugar en el que antes había estado el trono del rey. Solo quedaba un montón de piedras y ceniza. Era lo mismo que quedaba del antiguo Hyrule.
Escuché un sonido proveniente del techo. Miré más arriba, y la Espada Maestra resonó a mi espalda. Oí de nuevo aquel susurro lejano que me pedía cuidado.
Una enorme crisálida colgaba del techo. Era de color violáceo, casi rojo. Igual que los residuos de Ganon que plagaban las Bestias Divinas y algunas partes de Hyrule. Algo se revolvía dentro, como si quisiera salir.
"Link... " Su voz sonaba cien veces más cercana, tanto que por un breve instante no estuve seguro de si estaba hablando solo en mi cabeza o si de verdad estaba allí, en algún rincón de aquella sala, comunicándose conmigo. "Mi poder... Ya no puedo contenerle"
Vi su luz. Sabía que ella seguía luchando. Nunca se rendiría. No lo había hecho durante cien años. Y no iba a hacerlo ahora. Pero el tiempo que había pasado debía haberle pasado factura.
"Lo siento", dijo por último mientras la luz que me había iluminado el camino se apagaba.
Y yo me temí lo peor.
Ella no podía haber... No, no podía. Me negaba a creerlo. Pero la llamé una docena de veces, y Zelda seguía sin contestar.
La crisálida empezó a romperse. Rayos rojizos salieron disparados en todas direcciones. Me puse a cubierto a la desesperada. Sentía como el suelo temblaba, y también escuché ruidos sordos que debieron sacudir los cimientos del castillo. Estaba seguro de que el Cataclismo acababa de destrozar lo poco que todavía permanecía en pie del Bastión Central.
Cuando los temblores cesaron y todo quedó en silencio de nuevo, me atreví a mirar. Solo había nubes de polvo a mi alrededor, de modo que no pude comprobar en qué estado se encontraba el bastión. Sabía que tenía al Cataclismo delante; entre el polvo, logré distinguir el color de la malicia. Era más roja que nunca, y latía como su tuviese vida propia. Sin embargo, no tuve tiempo para fijarme en qué era exactamente Ganon, porque de pronto el suelo empezó a resquebrajarse.
Los rayos. ¿Por eso los había lanzado? ¿Para que cayera al vacío? ¿O quizá no lo tenía planeado?
Dejé se sentir la superficie sólida bajo mis pies. Y, un instante después, caía. Pero Ganon cayó conmigo.
Saqué la paravela y me aferré a ella con fuerza. Me moví para esquivar los escombros que antes habían formado parte del suelo del Bastión Central. Esperaba que alguno muy grande aplastara al Cataclismo, pero no hubo suerte.
Aterricé en una extraña sala amplia y circular, una que no había visto antes. Las paredes estaban repletas de símbolos sheikah, esos que parecían constelaciones de estrellas. Ganon cayó también, y el suelo tembló tanto que temí que fuera a desmoronarse otra vez.
Alcé la vista, y por fin pude ver qué era lo que tanto tiempo llevaba atormentando Hyrule.
Se trataba de una enorme criatura grotesca, sin forma alguna. Estaba hecha de malicia, la más roja y horrible que había visto nunca. Había restos de tecnología ancestral cubriendo su cuerpo. Y sus ojos eran más rojos que la malicia. Cuando me miró, estaban llenos de ira y de un odio más profundo que el tiempo. Harían que cualquiera se acobardase.
Me pregunté qué le habría hecho a Zelda. ¿Habría sido capaz de hablarle? ¿De susurrarle palabras envenenadas al oído para que perdiera la esperanza? ¿Le habría hecho daño? Si le había hecho el más mínimo rasguño, perseguiría a aquel monstruo hasta el infierno.
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El Héroe de Hyrule
FanficHace cien años, la princesa decidió sumir al héroe en un letargo para que se recuperase de sus graves heridas. Hace cien años, la princesa decidió sacrificarse por su reino. Ahora, Link despierta en un misterioso santuario, solo y sin recuerdos. Lo...