—¿Cómo se llama? —pregunté mientras acariciaba la crin oscura del caballo. El animal era de un color marrón tan intenso que casi parecía negro.
—Se llama Viento —respondió el guardia perteneciente a la tribu sheikah que me había acompañado a los establos por orden de Impa—. Aunque si quieres puedes cambiarle el nombre.
—No. Viento está bien.
—Parece que le gustas —observó el hombre—. No suele aceptar a casi nadie. Se suele poner muy nervioso cuando está rodeado por una gran multitud.
—Puedo entenderle —musité, sonriendo a medias.
—Aun así, está muy bien entrenado. Es el caballo más veloz que tenemos ahora mismo. Por eso decidimos llamarle Viento.
—No quiero abusar de vuestra hospitalidad...
—No digas tonterías —me interrumpió el guardia con una sonrisa—. Cederte un caballo es lo menos que podíamos hacer por ti.
—Lo que tú digas. Pero vuelve a darle las gracias a Impa de mi parte.
—Eso haré —replicó él—. Buen viaje.
—Gracias por todo otra vez.
El hombre resopló y sonrió una última vez antes de marcharse de los establos.
Gracias a él, había podido recabar más información acerca del laboratorio de Hatelia. Según me habían contado, quien dirigía aquel lugar era una mujer sheikah llamada Prunia. Había logrado sobrevivir al Cataclismo y, además, era la hermana mayor de Impa
Debía admitir que era difícil imaginar a una mujer más arrugada que Impa.
Aparte de eso, me había enterado de la existencia del clan Yiga. Eran un grupo de asesinos y ladrones que se dedicaban a asaltar a los viajeros en los caminos. Hacía diez mil años, habían sido miembros de la tribu sheikah. No obstante, algunos de ellos se habían rebelado contra la corona.
Tendría que ir con cuidado.
Observé a Viento, sin saber qué hacer. Puse un pie en los estribos y mi cuerpo reaccionó de forma mecánica, montando con facilidad. Aquello mismo había sucedido en la Meseta de los Albores, cuando había empuñado una espada por primera vez en un siglo.
¿Eso significaba que cien años atrás había poseído una montura? Mi memoria se negaba a recordarlo.
Di un golpe seco con las piernas, haciendo que el animal se pusiera en marcha de inmediato y avanzara hacia la salida de los establos.
Recorrí los caminos que llevaban al exterior, y solo me demoré unos instantes más de lo necesario para despedirme de Nin.
***
Me había acostumbrado a cabalgar. Y Viento también parecía haberme aceptado como su jinete. Era un caballo habituado a recorrer largas distancias, así que ni él ni yo tuvimos problemas.
Pasé la noche en la posta de Picos Gemelos, y al día siguiente reanudé la marcha. Las provisiones que me había dejado el viejo ya se estaban agotando. Por suerte Impa me había dado más suministros para el viaje antes de que partiera de Kakariko, por lo que no me faltaría de nada.
El sol de la mañana iluminaba el sendero cuando atravesé una llanura desolada, que se encontraba justo al pie de las ruinas de la Muralla de Hatelia. Reconocí a los artefactos oxidados que estaban esparcidos por todo aquel páramo abandonado como los guardianes de los que tanto había oído hablar.
Allí... allí se había librado una batalla. Por extraño que pareciera, podía sentirlo. Podía visualizar las llamas, la sangre, los disparos. Podía percibir el miedo del que había estado inundado aquel lugar un siglo atrás.
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El Héroe de Hyrule
FanficHace cien años, la princesa decidió sumir al héroe en un letargo para que se recuperase de sus graves heridas. Hace cien años, la princesa decidió sacrificarse por su reino. Ahora, Link despierta en un misterioso santuario, solo y sin recuerdos. Lo...