NYEL
—Aquí está, Maestro —dije, volviendo a sentarme al lado de su cama.
El Maestro cogió la pequeña caja de madera con manos temblorosas y la abrió despacio. En su interior había un pergamino ligeramente desgastado, supuse que por el tiempo.
—Nyel..., debo contarte la verdad... antes de morir...
—¡No vais a morir, Maestro! —casi grité.
Aún me aferraba a aquella esperanza. El Maestro llevaba varios meses enfermo, y ni siquiera la legendaria medicina sheikah había podido curarle. Pero me negaba a aceptar que él fuese a morir. No. El Maestro no podía morir. La única persona que me había acogido cuando nadie más lo hizo no podía morir.
—Escúchame bien, Nyel. Esto es algo... muy importante. No debe salir de esta habitación.
Hablaba con un hilo de voz, por lo que tenía que hacer un gran esfuerzo para entender sus palabras jadeantes.
—No saldrá de aquí, Maestro. Lo juro.
El Maestro trató de sonreír, pero su gesto pronto se convirtió en una mueca de dolor. Sus ojos de color rojo fuego, algo típico entre los miembros de la tribu sheikah, estaban rodeados de profundas ojeras, y el pelo plateado había perdido todo su brillo. Tenía el rostro mucho más arrugado que antes de contraer aquella horrible enfermedad.
—Cuando era joven..., hace ya casi un siglo..., era poeta de la corte en el castillo de Hyrule. Estaba al servicio del rey Rhoam..., eran buenos tiempos. Su hija, la princesa Zelda, era la joven más hermosa de todo el reino..., y no dudo que también la más inteligente. Me enamoré con solo verla. Recuerdo que su pelo era como una cascada dorada... y sus ojos era de un precioso color verde. Todo lo que un joven inexperto como yo podía desear.
Aquello me dejó incrédulo. Sí sabía que el Maestro logró escapar del Cataclismo y que trabajó como poeta de la corte del último rey. Sin embargo, nunca me había confesado sus sentimientos por la princesa.
—La princesa nunca me correspondió... —prosiguió mi mentor—. Ella amaba a su escolta personal..., el caballero elegido. Yo estaba muy celoso y me negué a aceptarlo hasta..., hasta poco después del Cataclismo.
»Vi con mis propios ojos cómo la princesa despertaba su poder... y cómo el caballero moría entre sus brazos. Yo tenía varias heridas graves, e Impa se ofreció a curarme en su casa. Una noche... Una noche la princesa llegó a Kakariko para hablar con Impa y su hermana mayor. Sé que mi comportamiento fue incorrecto, pero escuché su conversación desde la planta de arriba.
Me permití esbozar una pequeña sonrisa al imaginarme al Maestro espiando en una conversación ajena. Nunca habría creído que el sería capaz de hacer algo así.
—La princesa dijo que habían llevado al caballero al Santuario de la Vida... y también contó... cómo había logrado despertar su poder...
Interrumpió su relato para toser débilmente, y yo le dirigí una mirada llena de preocupación, sosteniendo una de sus frágiles manos.
—Deberíais descansar, Maestro...
—No. Primero debo contarte esto —me cortó con una sorprendente firmeza—. Luego tendré mucho tiempo para descansar.
Suspiré, impotente, y le dejé continuar.
—Según ella misma dijo, sus poderes afloraron de una manera inesperada. Fue el amor hacia su... caballero escolta... lo que hizo... que su don... despertara...
Tosió de nuevo. Notaba que cada vez le costaba más hablar.
—Durante todo este tiempo... he escrito... una tonada... que le ayudará en su misión. Nyel, debo encomentarte... una última tarea.
—Haré lo que me digáis, Maestro —dije, sintiendo las lágrimas agolparse en mis ojos.
—El Héroe..., el caballero que amaba a la princesa... despertará de su letargo. Y te ruego que le ayudes en su difícil misión. —Dejé escapar una exclamación ahogada. El Maestro se dio cuenta de mi asombro—. Sí, Nyel. Ayúdale a él. A Link...
—¿C-cómo le puedo ayudar yo, Maestro?
—El Héroe... viajará por todo el reino... y tú debes encontrarle... y ayudarle a encontrar su lugar. A descubrir quién es en realidad.
—No le he visto nunca. ¿Cómo voy a reconocerle?
—Confía en mí, Nyel. Le reconocerás... en cuanto lo tengas delante. Por último, cuando él haya recuperado gran parte de sus fuerzas y su memoria... y cuando al fin haya aceptado su destino... quiero que le cantes esta tonada.
Señaló la hojita desgastada de papel, que aún sostenía entre sus arrugadas manos.
Lo que más me sorprendió de todo fue que el Maestro me suplicaba con la mirada, algo que nunca antes había hecho.
—Así lo haré, Maestro. Os lo juro. —Asentí con determinación.
Él sonrió débilmente, y no tardó mucho en cerrar los ojos.
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El Héroe de Hyrule
Hayran KurguHace cien años, la princesa decidió sumir al héroe en un letargo para que se recuperase de sus graves heridas. Hace cien años, la princesa decidió sacrificarse por su reino. Ahora, Link despierta en un misterioso santuario, solo y sin recuerdos. Lo...