Capítulo 4

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La luz del atardecer se filtraba a través de los cristales rotos de las ventanas, dibujando sombras grotescas en el maltrecho suelo de piedra del templo.

Una de las paredes estaba totalmente destruida, y faltaba la mitad del tejado. Me detuve frente a la estatua que representaba a una mujer. Supuse que se trataría de la Diosa Hylia, de la que el viejo me había estado hablando una noche, mientras cenábamos otro cuenco de sopa vieja junto al fuego. Me explicó que era la divinidad que adoraban en Hyrule. La leyenda decía que, mucho tiempo atrás, la Diosa Hylia había renunciado a su forma divina para reencarnarse en una mortal, creando así el linaje real hyliano, que había perdurado durante milenios... pero que había acabado hacía cien años. Cuando quise saber por qué, el anciano suspiró y se retiró a dormir.

—Link... —Miré a mi alrededor, buscando al dueño de aquella voz. Reparé en la luz azulada que brillaba en la única torre del templo que aún seguía en pie. Esa luz era... era del viejo—. Aquí.

No me quedaba más remedio que subir hasta allí. Encontré una escalera detrás del Templo del Tiempo. Ascendí por ella y luego, despacio y con cuidado, caminé por el tejado medio derruido

El anciano aguardaba en la torre, rodeado por su misteriosa aura verdosa.

—No esperaba menos de ti —dijo con una sonrisa—. Supongo que ha llegado el momento de mostrarte mi verdadera identidad. —Su voz se tornó más grave—. Mi nombre es Rhoam Bosphoramus Hyrule. Yo fui el último monarca de Hyrule, un reino que existió hace muchos años.

Una intensa luz me cegó. No era como la que me había despertado; tenía un brillo verdoso. Cuando se hizo más tenue, observé de nuevo al viejo. Pero ya no quedaba rastro del anciano que se ocultaba con una capucha oscura y andrajosa y que vivía en una choza. Su barba ya no estaba enmarañada. Sus ropas eran dignas de un rey.

¿Debía inclinarme? ¿Presentar mis respetos?

—El Gran Cataclismo devastó mi reino y a todas sus gentes hace cien años, como ya te conté antes —prosiguió él—. Fue entonces cuando perdí la vida, mas conseguí que mi espíritu permaneciera anclado a este mundo.

—¿Por qué no me lo contaste? —logré decir.

—Contarte la verdad al despertar solo te habría confundido más, Link. Así que asumí otra identidad para poder guiarte. Discúlpame.

Tenía preguntas. Muchas. Pero era incapaz de poner orden en mi cabeza.

—No obstante —añadió el rey—, creo que ya estás preparado para saber qué ocurrió hace cien años.

Confiaba en que escuchar su relato ayudaría a disipar mis dudas. De modo que escuché.

—La verdadera naturaleza de Ganon se pierde en la noche de los tiempos. El rey demonio nació en este reino, mas la malicia lo consumió y convirtió en lo que ves ahora. Las historias de Ganon se transmitieron durante generaciones en forma de leyendas y cuentos. Sin embargo, en algún momento del pasado, llegó a nuestros oídos una ominosa profecía. Rezaba así: «Numerosas señales evidencian el retorno de Ganon, aunque el poder para plantarle cara sigue latente en el reino.» Decidimos hacer caso de la profecía y comenzamos a excavar por todo el reino. Gracias a ello descubrimos múltiples reliquias que nuestros antepasados habían diseñado.

»Por un lado, las Bestias Divinas, cuatro gigantescas reliquias de forma animal que dirgían los elegidos. Y, por otro, los guardianes, unos soldados mecánicos que luchaban con voluntad propia. Todos estos hallazgos se ajustaban a las leyendas que durante años habían circulado por el reino.

»La princesa de la Familia Real, con un poder sagrado, y un caballero elegido por la espada de la leyenda... Ambos habían confinado a Ganon en el pasado remoto con ayuda de las reliquias. Hace cien años también existía una princesa con el mismo poder, y un caballero excepcional. Decidimos tratar de repetir el plan que habían diseñado nuestros antepasados. Seleccionamos a cuatro valientes de todo el reino que poseían un gran talento, y pusimos en sus manos la difícil tarea de controlar a las Bestias Divinas. La princesa asumió el papel de líder del grupo, y les nombró "elegidos" para aumentar su motivación. Ahora que contábamos con la princesa y los cinco elegidos, estábamos seguros de la victoria.

»Sin embargo, la maldad de Ganon no conocía límites, y regresó con un plan que superaba nuestras expectativas. Surgió de los cimientos del castillo de Hyrule y se apoderó de los guardianes y de las Bestias Divinas, volviéndolos en nuestra contra. Tanto los habitantes del castillo como los cuatro valientes héroes perdieron la vida. El caballero elegido sufrió graves heridas y cayó inconsciente mientras defendía a la princesa. Y fue así como Ganon, el Cataclismo, acabó destruyendo el antiguo reino de Hyrule. No obstante, la princesa logró sobrevivir, y tuvo que enfrentarse a Ganon en solitario.

»Esa princesa es Zelda..., y era mi hija.

Todo iba encajando poco a poco. Zelda... ¿sería ella la dueña de la voz que me había despertado?

Y yo...

—Y el caballero que la protegió hasta su último aliento... —El rey RHoam clavó sus duros ojos verdes en mí. Su mirada, aunque indescifrable, lo decía todo. "No", pensé. "No. Es imposible"—, ese eres tú, Link.

Ahí estaba. La respuesta que tanto había buscado. Una herida que llevaba cien años cerrada volvió a abrirse.

Apreté los puños con una fuerza tal que me hice daño.

—Ese día estuviste al borde de la muerte —murmuró el rey—. Pero te trajeron al santuario de esta meseta, donde has estado durante cien años. Al despertar has oído una voz que intentaba guiarte en tu empresa, ¿verdad?

Asentí despacio, analizando todas y cada una de sus palabras.

—Esa voz es la de Zelda, que sigue luchando en el castillo de Hyrule para contener a Ganon. Mas el poder de mi hija pronto se agotará.

Mi corazón dejó de latir por un instante. ¿Qué significaba eso?

"Está en peligro", comrendí. Sentí una punzada de angustia y... de terror.

—Cuando eso ocurra, nuestro enemigo quedará libre y destruirá esta tierra de una vez por todas —murmuró—. Link... lamento enormemente tener que colocar esta carga sobre tus hombros. —Tomó aire—. Derrota a Ganon, te lo suplico. Salva a nuestra gente y a mi hija.

¿Qué era aquello?

Un propósito. El propósito que durante tanto tiempo había anhelado.

Y, por primera vez en cien años, noté que la chispita del valor volvía a encenderse dentro de mí.

Finalmente, accedí. El rey Rhoam sonrió, aliviado, con la esperanza brillando en sus ojos.

—Debes saber que Ganon aún controla a las cuatro Besitas Divinas. Del mismo modo, varios guardianes siguen activos en el castillo. En tu estado actual, entrar allí sería una temeridad. De modo que te sugiero visites una aldea que se encuentra hacia el este. Se llama Kakariko. Ve hasta allí y busca a una mujer que se llama Impa. Ella podrá guiarte en su misión. El mapa de tu piedra sheikah te mostrará el camino hasta la aldea.

Como si supiera que estábamos hablando de ella, la piedra vibró en mi cinturón.

—Aquí tienes mi paravela, como te había prometido —añadió el rey Rhoam, sonriente—. Ahora podrás descender de la Meseta de los Albores sin ningún riesgo.

—Gracias —fue lo único que logré decir.

Las llamas verdosas que flotaban a su alrededor se hicieron más intensas.

—Te he confiado todo cuanto sé. —Empezó a desaparecer. Su extraña aura quedó atrás, como un rastro de cenizas—. Cuento contigo, Link...

Y el rey Rhoam se desvaneció de nuevo, esa vez para siempre.

El Héroe de HyruleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora