Si unas semanas atrás me hubiesen dicho que lograría entablar amistad con la princesa de Hyrule, sin duda no le habría creído. Pero allí estábamos, el uno junto al otro, haciéndonos compañía. Y lo cierto era que me sentía... bien cuando estaba con ella y, por lo que parecía, a Zelda no le desagradaba ya mi presencia. Había llegado a contarle cosas que nunca le había contado a nadie, pensamientos que nunca antes había expresado en voz alta. Porque, por primera vez, tenía a alguien en quien confiar.
Ya no estaba tan solo como había creído estar desde el día en que había sacado la Espada Ma estar de aquel pedestal, varios años atrás. No, definitivamente ya no estaba solo.
—Link, ¿puedo hacerte una pregunta? —dijo Zelda de pronto.
Asentí, invitándola a continuar. Ella inspiró hondo.
—Yo... me he portado muy mal contigo, y...
—Para —la interrumpí—. Sabes tan bien como yo que eso ya no importa, Zelda.
—Lo sé —asintió—, pero, aun así... —Se mordió el labio, pensativa—. Una de las razones por las que no te soportaba en el pasado era tu silencio constante, ¿sabes? Nunca decías nada. No sabía qué estabas pensando y, Diosas, eso me sacaba de quicio.
Esbocé una diminuta sonrisa. En el fondo, ella estaba en lo cierto; cualquiera perdería los estribos al pasar días enteros con alguien que no dijera nunca una palabra.
—Siempre he tenido curiosidad por saber por qué eres tan... callado —concluyó.
Dirigí la vista hacia el cielo sin nubes. Guardé silencio por un instante, escuchando como la brisa agitaba la hierba y las hojas de los árboles. Cerré los ojos. Y, al abrirlos, tomé una decisión.
—Todo el mundo espera que sea un... un héroe y que, llegado el momento, proteja el reino de cualquier amenaza. Pero a veces pienso; ¿y si no soy capaz? ¿Y si no soy realmente digno de portar la Espada Maestra? ¿Y si... ? —"Y si tú mueres por mi culpa?", había estado a punto de decir. Las lágrimas acudieron a mis ojos, traicioneras e implacables—. No creo estar a la altura de ser el maldito héroe del reino —susurré—. Y supongo que por eso decidí guardarme mis pensamientos para mí mismo. Es... es mejor así.
No me atrevía a mirarla. ¿Qué pensaría de mí?
No obstante, justo cuando empezaba a arrepentirme de haber soltado todo aquello, sentí sus dedos acariciando los mÍos. Dejé que nuestras manos se entrelazaran, despacio y con cuidado.
—Eres el mejor caballero que he visto en mi vida, Link, no lo dudes. —Mis mejillas comenzaron a arder más que el cráter de la Montaña de la Muerte—. Nadie es perfecto —prosiguió ella—. Todos tenemos miedos e inseguridades que nadie más puede ver. Está bien ser fuerte, pero no hay por qué ser fuerte siempre. A veces es mejor..., ya sabes, desahogarte y buscar el apoyo de... de alguien que te entienda. —Me sonrió con calidez—. Recuerda que la Espada Maestra te eligió por algo, que las Diosas te eligieron por algo. Saben que no vas a fallar. Y yo también lo sé.
—_—_—_—_—_
Alcé la vista de la piedra sheikah. Observé el lugar en el que me encontraba; era igual que como lo recordaba. Varios tipos de flores crecían entre la hierba, y había un único árbol, alto y de tronco robusto.
Sin embargo, el castillo sí era diferente. En mis recuerdos, no había ni rastro de aquella sombra oscura que se enroscaba alrededor de la fortaleza. Apreté los puños y me juré una vez más que acabaría con aquella miserable criatura. Lo haría por Hyrule. Y también por Zelda. Ella se había sacrificado por mí, y lo menos que podía hacer yo era demostrarle que su sacrificio no había sido en vano.
Era ya de noche. Escuché el aullido de un lobo a lo lejos. Decidí montar el campamento allí mismo. No había postas cerca, y los caminos se volvían peligrosos tras la caída del sol.
Dejé que Viento pastara libremente por el campo. No me molesté en atarlo a ningún sitio porque sabía que el caballo no se alejaría mucho. Se había encariñado demasiado conmigo como para hacerlo.
Encendí una hoguera y me senté junto al árbol, apoyándome en el tronco. Estuve atento durante un rato a cualquier sonido que indicara peligro o a algún movimiento sospechoso entre la hierba, pero acabé desistiendo. Nadie pasaba por aquel lugar. Los viajeros no se atrevían a ir por allí debido a su cercanía con el castillo. Así que, una noche más, éramos solo yo, las estrellas y Viento.
Pensé en el nuevo recuerdo que mi memoria había logrado rescatar, y sonreí al rememorar a Zelda hablando sobre flores. Diosas, daría lo que fuera por poder tenerla a mi lado otra vez, explicándome el funcionamiento de un núcleo ancestral o informándome de los últimos progresos que habían hecho en el laboratorio sheikah. Daría lo que fuera por volver a verla sonreír, por volver a ver brillar sus ojos verdes.
La necesitaba. La necesitaba para no estar solo. Tenía tanto, tanto miedo de perderla y no contar nunca más con su comprensión, con el apoyo incondicional que ella me brindaba siempre que dudaba de algo...
"¿Dudar?", me pregunté. "¿Dudar de qué?"
De mí mismo, comprendí de pronto.
El corazón se me detuvo durante un instante.
Porque lo recordaba. Ahora lo recordaba. Ahora sabía que hacía cien años había tenido... inseguridades. Había tenido miedo.
Pero aquello no podía ser cierto. En el pasado yo había sido caballero y, sí, quizá los héroes eran capaces de cometer errores y elegir caminos equivocados, pero no podían permitirse dudar de sí mismos. No, no podían permitírselo.
"Yo... Mi yo pasado", me corregí, "lo hizo."
Había... había dudado de mí mismo. Yo. No, yo no, él...
Por Hylia, ya ni siquiera sabía quién era.
"Soy... ¿soy el Héroe de Hyrule?"
"No", me respondió una vocecita. "Eres idiota. Eso es lo que eres."
Al recordar por primera vez, había visto a mi yo pasado como un gran héroe, como un caballero leal, como alguien que había muerto un siglo atrás. Pero ¿estaba seguro de que aquel gran héroe había muerto? ¿Estaba seguro siquiera de que había sido un gran héroe? ¿Podía ser un gran héroe cometiendo errores y creyendo no estar a la altura?
¿Había... había creado una imagen de mí mismo completamente alejada a lo que yo había sido en el pasado?
¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?
Las palabras de Zelda resonaron de nuevo en mi memoria; "Nadie es perfecto. Todos tenemos miedos e inseguridades que nadie más puede ver."
Nadie era perfecto. ¿Eso significaba que los grandes héroes tampoco?
"Incluso los grandes héroes escogen caminos equivocados", había afirmado Nyel en la posta de la montaña.
"En ese caso, ¿qué es?", me pregunté. "¿Qué es un héroe?"
———
Uy, ¿todo bien por ahí arriba?
Ahora en serio, tenía pensado que este fuera un capítulo de... ejem, reflexión antes de que la historia continuara desarrollándose, pero al parecer se me fue un poco de las manos 😬
Llegados a este punto, ni siquiera YO sé qué es un maldito héroe. Así que os invito a todos los que queráis a compartir vuestra opinión acerca del significado de este maravilloso término en los comentarios c:
¡Participad conmigo en esta complicada operación matemática mental! :')
ESTÁS LEYENDO
El Héroe de Hyrule
Hayran KurguHace cien años, la princesa decidió sumir al héroe en un letargo para que se recuperase de sus graves heridas. Hace cien años, la princesa decidió sacrificarse por su reino. Ahora, Link despierta en un misterioso santuario, solo y sin recuerdos. Lo...