La lluvia no dejó de caer con fuerza durante todo aquel día, y durante la noche tampoco dio señales de amainar. Por ello, la anciana sheikah insistió en que permaneciera en su casa, y yo no fui capaz de negarme.
Nin me contó historias acerca de la tribu a la que pertenecía. Gracias a ella, supe más cosas sobre las reliquias ancestrales y la tecnología que las había creado. No quiso volver a hablarme del Cataclismo. A pesar de los años, las heridas aún seguían abiertas.
También me habló de su hijo.
—Cuando era pequeño, le gustaba pasarse tardes enteras jugando con espadas de madera junto a mi difunto esposo —relató—. Fue creciendo con el pasar de los años, y se convirtió en un joven apuesto. Un gran guerrero. Nos habría venido bien aquí, en Kakariko, defendiendo la aldea.
—¿Ya no vive aquí? —me atreví a preguntar.
Su expresión se tornó sombría.
—Él... No. No vive aquí. —Me di cuenta de que su sonrisa había desaparecido—. Se... se marchó poco después de que su padre nos dejara.
—¿A dónde se fue?
—Al desierto. —Guardó silencio durante unos largos y tensos instantes—. ¿Te gusta la sopa de calabaza? —inquirió, cambiando de tema de repente.
Ninguno de los dos continuamos ahondando en aquel asunto.
Me sentía... bien en aquella casa. Estar allí era infinitamente mejor que pasar noches enteras al raso, cobijado entre ruinas.
Y, durante mi estancia en el hogar de Nin, una idea comenzó a tomar forma en mi cabeza. Era estúpida, quizá incluso infantil. Pero aun así...
Nin tenía una casa en Kakariko. Gyroc había crecido en la posta que pertenecía a sus padres. Diosas, incluso el viejo había poseído una choza en medio de la solitaria Meseta de los Albores.
¿Y yo? ¿Qué tenía yo?
No tenía nada. Quizá lo había tenido. Y, no obstante, el Cataclismo me lo había arrebatado un siglo atrás.
Pese a todo, quería algo como aquello. Un hogar.
Al día siguiente hacía mejor tiempo, por lo que decidí partir y no seguir demorándome.
—¿Vive aquí una mujer llamada Impa? —le pregunté a Nin antes de marcharme.
—Oh, pues claro. Es la líder de la aldea —respondió la anciana.
"Maldito viejo."
¿Por qué demonios no me había informado de que la tal Impa era la líder de Kakariko?
—¿Dónde vive?
—No te costará mucho encontrar su casa. Es más grande que las demás. Se encuentra justo en el corazón de la aldea.
Le agradecí de nuevo su hospitalidad y me despedí de Nin. Y, después de aquello, salí al exterior.
Las nubes negras que habían cubierto el cielo el día anterior ya habían desaparecido. Me oculté tras la capucha y avancé por la aldea.
Las calles no estaban empedradas; eran solo caminos de tierra, húmedos y embarrados a causa de la lluvia. Divisé lugares en los que se vendían utensilios para viajeros y provisiones. Varios sheikah trabajaban en sus huertos. Algunos de ellos me dirigieron miradas indescifrables, aunque no tardaron demasiado en volver a centrarse en sus cosas, dando por hecho que yo no era nadie interesante.
La casa de Impa estaba justo en el centro de la aldea, tal y como me había indicado Nin. La precedía una larga escalinata de madera.
Había dos guardias apostados frente a la entrada. Nada más verme fruncieron el ceño.
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El Héroe de Hyrule
FanficHace cien años, la princesa decidió sumir al héroe en un letargo para que se recuperase de sus graves heridas. Hace cien años, la princesa decidió sacrificarse por su reino. Ahora, Link despierta en un misterioso santuario, solo y sin recuerdos. Lo...