Capítulo 30

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Advertencia: contenido +18. Si no les gusta este contenido, pueden saltarse poco más de la mitad del capítulo.

Nota previa: léanlo con la mente abierta y recuerden que el sexo es sinónimo de intimidad y conexión, no necesariamente morbo. Tampoco usemos etiquetas.❤ 


Clara

—¿Estás muy segura de esto? —preguntó Beto.

—Sí. A menos que alguno de ustedes no quiera.

Ambos miramos a Luis, que parecía en medio de una diatriba. Tras considerarlo, miró a Beto antes de asentir con lentitud. No supe distinguir cuál fue la emoción en su rostro, aunque quise creer que él quería tanto participar en aquello como yo, después de todo, era su «imposible».

Cuando Luis y yo lucimos convencidos, miramos a Beto a la espera de su respuesta. Una parte de mí pensó que diría que no, a pesar de que se le notaban las ganas de hacer cualquier cosa con tal de pasar la noche conmigo. Así que sentí un nudo de nervios alojarse en mi estómago cuando lo vi dar unos pasos hacia mí, con sus ojos azules escudriñando cada centímetro de mi rostro.

Me besó, al principio de forma exploratoria y luego con deseo. No fue un beso muy extendido, pero sí lo suficiente para que mis ganas aumentaran con cada nuevo segundo. Al separarse de mí, me miró un poco más serio y asintió.

Sin poder creer que de verdad estuviera aceptando, mi boca regresó a la suya, en esta ocasión con efusividad y... nervios. De por sí, estaba llena de inseguridades con relación a mi desempeño sexual. Y ahora estaría no con uno, sino con dos chicos.

Llené mis pulmones de aire y se me erizó la piel cuando sentí las yemas de los dedos de Beto acariciando mi espalda y tomando un camino descendiente. Me separé un poco para mirar a Luis, que parecía un niñito perdido sin saber cómo interceder. Con una sonrisa torpe, extendí mi mano hacia él para que se acercara a nosotros y cuando estuvo a nuestro lado, le di un beso lento.

Entonces me detuve.

—¿Qué sucede? ¿Hice algo? —preguntó Luis.

—¿No quieres hacerlo? —pronunció Beto con suavidad.

Los miré a ambos con mis labios apretados y mis mejillas ardiendo. Lo que estaba a punto de decir era una tontería, pero aquel era un momento de confianza, así que tenía que abrirme con ellos si quería que las cosas salieran bien.

—Yo..., ¿es normal que sienta vergüenza? Jamás he hecho esto y no quiero que ustedes piensen que...

Cerré la boca cuando vi que Beto levantó una pequeña sonrisa. Nunca me había sentido tan tonta. Quise que me tragara la tierra. Sobre todo cuando llevó su mano a mi mentón para que lo mirara a los ojos.

—No debería existir vergüenza en el placer. Eres hermosa y siempre debes sentirte libre de hacer todas las cosas que deseas. En especial si me incluyes en ellas. —Tras lo último, me guiñó un ojo.

Cuando la voz de mi mamá intentó instalarse en mi cabeza para decirme que aquello «no era de señoritas», la bloqueé como pude. Había volado del nido semanas atrás. Ya nadie tenía que decirme cómo vestirme, qué hacer, incluso qué comer. No debía sentirme avergonzada por las cosas que quería, que deseaba, que me gustaban. Beto tenía razón: al fin era libre y nadie me estaba juzgando por ello.

Le sonreí y asentí, dándole un beso de pico a modo de agradecimiento. Me giré hacia Luis, quien se veía tan nervioso como yo. Recordé entonces que él jamás había estado con una chica, y tal vez aquel sería, incluso, su primer trío. Era una noche de primeras veces para los tres.

Alternativos © [Indie Gentes #2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora