Capítulo 01

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Clara

Mi padre y Jeremías empezaron a reírse de un chiste que ni siquiera escuché. Últimamente me distraía con facilidad, y esta vez no había sido la excepción.

Cuando Jeremías empezó a hablar sobre el negocio de su familia por enésima vez —como si eso pudiera impresionar más a mis padres—, casi pude anticipar cada una de sus palabras. Sin darme cuenta, mi hilo de pensamientos fue cambiando. Pasé a reflexionar sobre política nacional y cómo estaba de acuerdo con que mi padre perdiera aquellas elecciones primarias —no lo decía en voz alta para evitar discusiones estériles—; luego hice una corta lista mental de los diputados con los que quería hablar: comenzar a incursionarme en la política trabajando con personas con cargos públicos, en especial si se trataba del área de prensa.

—Siempre es bueno tenerte en casa —le dijo papá a mi novio y luego me miró, trayéndome a la realidad—. Qué ganas tengo de verlos así, felices, por muchísimos años más.

Le sonreí con hipocresía.

Jeremías y yo éramos relativamente felices juntos: me hacía reír, me ayudaba a estudiar, el sexo era decente. Era el novio universitario ideal y el chico que mis padres buscaban para mí. Que cualquier familia querría para su hija. Jeremías era dulce, atento, caballeroso, cordial, inteligente, mesurado, responsable, de sonrisa perfecta, de un porte pulcro y seductor, de buena familia, con suficiente dinero en su cuenta bancaria como para vivir tranquilo sin necesidad de trabajar de nuevo. Llegaba puntual a todas nuestras citas, todos los días me reiteraba que era mujer preciosa, me abría la puerta para darme el paso, jamás llegaba ni siquiera un minuto tarde para no hacerme esperar.

Era el hombre perfecto.

No obstante, en ocasiones me encontraba deseando algo más —todavía no sabía qué era—, preguntándome porqué no podía conformarme con la fortuna de haberlo encontrado. Miles de mujeres habrían dado cualquier cosa por tener a una pareja como él, y yo, en cambio, me sentía culpable en ocasiones por no retribuirle todo lo que él hacía por mí.

A mi lado, mi novio se tomó el comentario más que en serio, procediendo a brindar con mi padre con auténtica emoción.

—Lo mismo digo, señor Ponce. Soy muy afortunado de tenerla a mi lado.

Suspiré. Deseaba poder darle el afecto y amor que él me daba.

Mis padres aprobaron a mi novio un segundo después de verlo. No solo porque Jeremías era bastante agradable y trató a mi familia con un respeto casi exagerado, sino porque los padres de mi novio eran empresarios muy exitosos en Argentina. Eran los dueños de una de las compañías de distribución de licores y alimentos más importantes del país.

A decir verdad, la trayectoria empresarial de la familia de Jeremías no podía darme más igual, no había aceptado salir con él debido a eso. Sin embargo, sí debía confesar que era un complemento importante, no por mí, sino por mis padres. Era consciente de que si mis padres no aprobaban mi relación, esta estaba destinada al fracaso.

El mejor ejemplo había sido mi primer novio: Diego Suárez.

Diego, que no había crecido entre lujos y riquezas, conservaba su humildad intacta sin que eso le restringiera soñar en grande. Creo que ese fue uno de los motivos por los cuales me enamoré de él. Además, era un caballero, y su forma de ser te conllevaba a preguntarte cómo entraba en su corazón tanta dulzura. Él había luchado por mí y por nuestra relación como nadie más pudo haber hecho, no obstante, mis padres le hicieron la vida imposible por no provenir del mismo círculo que nosotros.

Diego tenía apenas dieciséis años cuando mis padres le dejaron en claro que él no era merecedor de mi cariño, que él jamás sería suficiente para satisfacer mis gustos. No importó cuánto yo me entrometiera y les contradijera, sabía que esos tratos perforaron el corazón y la ilusión de Diego, y por su bien, preferí terminar aquel romance juvenil.

Alternativos © [Indie Gentes #2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora