Capítulo 05

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BETO

Clara Ponce estaba en la puerta de mi casa, empapada, debajo de la torrencial lluvia, con el rostro enrojecido, y una maleta gigante detrás de ella.

La escuché pronunciar mi nombre y me hice consciente de que me estaba mojando también, Me había quedado paralizado.

—Sé que esto es muy repentino —murmuró, su labio inferior temblaba y asumí que era debido al frío—, pero Santi me dijo que podía quedarme en casa de Luis unos días. No sabía que estabas aquí.

¿Santiago había enviado a Clara a quedarse en mi casa?

Oficialmente se había ganado el puesto de mejor amigo del mundo.

Del sistema solar.

Del universo.

—Yo también vivo aquí —mencioné, saliendo de mi impresión. Ella frunció el ceño, ¿de verdad no lo sabía? Era noticia nacional—. ¿Qué te parece si me explicas mejor dentro de la casa?

Dudó pero terminó por asentir y tratar de arrastrar su maleta.

—Te ayudo con eso —me ofrecí y lamenté un poco haberlo hecho. A su maleta le faltaban ruedas por lo que tuve que cargarla a través de la escalinata de la casa; estaba tan pesada que no estuve seguro de que ella planeara quedarse «unos días» con nosotros.

Cuando estuvimos en el interior, ella se quedó junto a la puerta como si no supiera si debía o no continuar. Dejé su maleta cerca del sofá, mojando todo a mi paso, y me quité la sudadera empapada.

—Puedes ponerte cómoda. ¿Quieres agua, mate, café, chocolate...? Solo se me da bien el café, los dotes culinarios de esta casa los tiene Luis. Así que si quieres chocolate caliente puedo despertarlo sin inconvenientes.

—No, por favor no lo despiertes, mucho menos para que me prepare algo.

Seguía anonadado ante su presencia, preguntándome qué pudo haberle sucedido que fuera tan grave como para tener que acudir a nosotros en busca de auxilio a las tres de la madrugada, en especial con una maleta encima.

Solo me dio tiempo de servirle un vaso de agua cuando mi compañero de casa bajó las escaleras y lo observé detenerse en la esquina de la sala, perplejo al reconocer a la persona que estaba allí. Incluso se estrujó los ojos como si no pudiera creerlo. A mí todavía me costaba.

—Santiago le dijo que podía quedarse con nosotros hasta que regrese de España —le informé a mi amigo, y este frunció el ceño.

—En realidad, me dijo que me quedara contigo —afianzó Clara, dirigiéndose a Luis—. No sabía que ustedes todavía vivían juntos. Es decir, cuando los conocí sí llegué a ir a su departamento, pero pensaba que ahora...

—Con leer cualquier revista de farándula te hubieras enterado —respondió Luis—. ¿De verdad Santiago te aconsejó venir para acá? No me lo tomes a mal... Es que él no me mencionó nada, y no es como si tú y yo fuéramos los mejores amigos.

Ella abrió la boca para contestar pero pareció quedarse en blanco. Suspiró antes de buscar su maleta.

—No debí haber venido de esta manera —dijo, caminando hacia la puerta—, de verdad lo siento. No era mi intención. Puedo volver a tomar un taxi.

—¡No! —Me apresuré a alcanzarla. Si la vida te daba limones, tocaba hacer limonada. Y esa madrugada la vida me había traído a Clarita Ponce a la puerta de mi casa, así que no podía dejarla ir así como así—. Quiero decir... A ninguno de los dos le molesta que te quedes esta noche, ¿verdad, Luis?

Alternativos © [Indie Gentes #2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora