Capítulo 35

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Beto

Por un momento pensé que era uno de sus chistes. Luis no era precisamente el gracioso del grupo, pero a veces podía bromear con cosas pesadas, como cuando le dijo a Santi que estaba enamorado de Maju solo para hacerlo molestar.

Pero cuando no dijo más nada, ni se rio, y solo se mantuvo con una expresión seria e inquebrantable, supe que no era ninguna broma.

—Disculpa, ¿qué?

Había sido un día de emociones movidas.

Me había sorprendido el video de él con el locutor y, al mismo tiempo, era como si una parte de mí siempre lo hubiera sabido. Una especie de sexto sentido, quizás. Por un lado me llenó de rabia el hecho de que expusieran su intimidad de esa manera y por otro, me dolió que, en todo el tiempo que vivimos juntos, jamás se sintiera con la confianza necesaria para decirme algo, para corregir mis preguntas, para hacer los comentarios que él quisiera.

Yo siempre había sido abierto con el tema de mis novias. Y él hasta me había mentido en Colombia cuando me habló sobre la persona que le gustaba. Acompañé a Pacho con su sentimiento de culpa, porque era inevitable pensar que debido a nosotros jamás logró ser él mismo.

Toda esa situación había sido una montaña rusa de emociones. ¿Pero que él me dijera que estaba... enamorado de mí? Superaba cualquier otro sentimiento que hubiera experimentado ese día. No tenía idea de cómo lo anotaría en el diario de emociones que mi psicóloga me pedía llevar.

—Lo que te había dicho antes —me explicó—, sobre que había una persona que quería superar... Eres tú.

Me quedé frío y rasqué mi barba con incomodidad.

—Yo... no me siento de la misma manera.

Jamás hubiera pensado que pronunciar aquello se me haría tan complicado.

—Lo sé. —Sonrió—. No te lo confieso porque quiero que me correspondas. Siempre he sabido que es algo imposible, y aunque durante años tuve esperanzas, estas murieron en México. Te lo digo finalmente porque, después de lo de hoy, quiero tener el control de mi vida privada, y tú formas parte de ella.

México. A mi mente volvieron las imágenes de esa noche y...

—Te juro que si hubiera sabido que sentías cosas por mí, no habría aceptado —admití—. ¿Es por eso que estabas molesto al día siguiente?

—Es por eso que he estado molesto durante mucho tiempo. Contigo, con Clara, con toda la situación. Pero sí, esa mañana cuando te grité... Lo hice porque me dolió que no te dieras cuenta de que no pasaste la noche solo con ella, porque me sentí excluido y porque... Me di cuenta de que jamás tuve o tendría una oportunidad.

—¿Desde cuándo sientes eso por mí?

—Desde que nos conocimos.

Lo miré con incredulidad.

—¿Desde hace casi cinco años? ¿Por qué dejaste que nos mudáramos juntos si...?

Ni siquiera terminé la pregunta porque la respuesta era obvia. Él se había mudado conmigo porque sentía cosas por mí. Cuando todo en mi interior encajó, me miró y me dedicó una sonrisa torpe.

—Te daré unos segundos para que lo proceses —dijo.

Muchos momentos de nuestra amistad vinieron a mi mente. Cuando nos presentaron; cuando me comentó que él estaba buscando mudarse y que podíamos alquilar en una residencia juntos para «bajar los costos»; la primera vez que hablamos de música y la idea de tocar algo con Pacho como si fuéramos una banda; cada una de nuestras presentaciones; las conversaciones nocturnas con cervezas de por medio; cada consejo y palabra de aliento. Incluso la emoción cuando rentamos la última casa en la que vivimos juntos; la decisión de quedarnos con gato; las peleas por la limpieza de la casa; las bromas que le jugábamos a Pacho cuando se quedaba, o los chistes internos sobre Santi y su espíritu de sabelotodo.

Alternativos © [Indie Gentes #2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora