Capítulo 10

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Beto

Sin poder enfocar bien y con mi cuerpo negado a hacer demasiado esfuerzo, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina. Lo malo de que Luis no durmiera en casa era que me tocaba hacer el desayuno y el café. Estaba mal acostumbrado a que él se encargara de todo y lo odiaba un poco cuando no estaba.

Gato se acercó a mí y se estrujó contra mi pierna, casi haciéndome perder el equilibrio. Gruñí cuando encontré la cocina sucia, con todos los platos y vasos sin lavar. Me pregunté si de verdad Luis tenía que hacer esto todas las mañanas.

Cuando mis sentidos fueron despertándose y agudizándose, escuché agua caer no muy lejos de ahí. Parpadeé varias veces para avisparme y crucé el comedor para descubrir que había una persona tomando una ducha en el baño. Contuve la respiración y traté de comportarme como una persona normal, madura y seria.

Clara Ponce estaba tomando una ducha en mi casa.

Clara Ponce estaba a una puerta de distancia sin nada de ropa.

Exhalé todo el aire que había estado conteniendo y regresé a la cocina con apuro. Si Luis no estaba significaba que ambos podíamos desayunar solos y en paz; de hecho, era mi oportunidad para impresionarla un poco. Lancé todos los platos y vasos al fregador —causando un pequeño escándalo— y los lavé tan rápido que hasta yo mismo me sorprendí de mis habilidades. Incluso me quemé un poco por el agua hirviendo que salía del grifo, pero no me detuve a pensar en si me había dolido o no. Dejé todo tan acomodado como pude y abrí el refrigerador para evaluar qué podría ofrecerle de desayuno.

Lo único que sabía preparar y que me quedaba decente eran sándwiches pero solo había mortadela y queso de máquina. ¿Clara comería mortadela? ¿Qué le gustaría comer? ¿Y si no le gustaba la mortadela sino que prefería el jamón o el pavo? De hecho no había mucho que ofrecerle porque ninguno había ido al mercado, ni Martina tampoco.

¿Qué haría Luis en mi posición? La mañana anterior le había hecho una ensalada de frutas pero ¿quién en su sano juicio podría desayunar una simple ensalada de frutas?

El sonido de la regadera cesó y entonces supe que tenía que apresurarme a decidir. Había dejado mi celular en el cuarto, así que descarté la busca de videos en YouTube sobre recetas para desayuno. Había una bolsita de medialunas que tenían ya unas cuantas horas allí, y cuando las revisé las encontré tiesas. No, a Clara no le gustaría comer medialunas tiesas. Se me ocurrió hacerle panqueques, había visto cómo Luis los hacía y no parecía muy complicado; pero cuando busqué los ingredientes no encontré huevos.

Qué difícil podía ser prepararle desayuno a una chica que me gus...

A una inquilina.

A una amiga de Santiago que necesitaba mi ayuda.

Escuché la puerta de su baño abrirse y casi dejo caer la bolsa de harina. Me giré tratando de verme casual y despreocupado, hasta que mis ojos repararon en ella, solo cubierta por una toalla.

Su cabello rubio caía mojado por su espalda descubierta, su piel se veía incluso más cremosa y tierna de lo que había lucido antes, hasta la forma de su clavícula se veía provocativa. Parecía ocupada en sus pensamientos, con los ojos verdes ausentes y sus delgadas manos aferrándose a las puntas de la toalla como si tuviera miedo de que se le cayera. Y sus piernas... Sus piernas estaban al aire libre pues aquella toalla blanca no se molestaba en ocultar mucho de su cuerpo; se veían trabajadas, definidas, esbeltas, perfectas.

Todo en ella era perfecto.

Sintiendo el peso de mi mirada, volteó en mi dirección y sus ojos se abrieron con sorpresa y susto.

Alternativos © [Indie Gentes #2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora