Capítulo 40

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Último capítulo.

Muchas gracias por acompañarme en este viaje, por cada mensaje y cada comentario amando a los personas o la historia. Ojalá supieran la luz que irradian. Lxs amo. Disfrútenlo❤


Clara

La ceremonia de ese día era simbólica porque, en papel, Beto y yo ya estábamos casados. Tuvimos que hacerlo en el registro civil el día anterior, sin embargo, ese domingo tendríamos la verdadera celebración con nuestros invitados en un lugar de ensueño en la provincia de Buenos Aires.

No queríamos una boda por iglesia porque ni Beto ni yo éramos del tipo religioso. Así que Santi nos puso a disposición una casa de su familia materna que contaba con un patio gigantesco lleno de árboles, arbustos y una configuración perfecta para decorarlo como de cuento de hadas. Al ser una ceremonia simbólica, no necesitábamos ni un juez ni un cura, así que quien nos declararía «marido y mujer» frente a los demás iba a ser nada más y nada menos que Pacho.

Me miré al espejo, sintiéndome nerviosa. Ni siquiera entendía por qué. No era como si Beto fuera a huir o dejarme plantada porque, legalmente, ya estábamos unidos. Además, a la ceremonia solo estaba invitada gente de confianza. De todas formas sentía que el corazón se me iba a salir del pecho.

—Estás preciosa —dijo Marina, con una sonrisa ancha—. No es porque seas mi amiga, pero eres la novia más hermosa que he visto en mi vida.

Le sonreí en agradecimiento. La verdad era que el vestido ayudaba, y lo mejor era que no había pagado ni un peso por él. A cambio de vestirlo para la portada de una revista, una marca internacional me ofreció usar uno de sus vestidos de novia. El que escogí era digno de la realeza. Además, todos los accesorios que vestía habían sido patrocinados por marcas.

Ventajas de casarse con un chico famoso, supuse.

—¿Todo está listo? —pregunté.

Cuando empecé a sudar por los nervios, me situé debajo del aire acondicionado para no arruinar mi maquillaje.

—Sí, Clari. Están todos esperando por ti, incluso Beto. ¡Tienes que verlo! Parece un muñequito. Y está muchísimo más nervioso que tú. No sé por qué si ya se casaron ayer, pero bueno... La magia del amor.

No pude ni responderle. Había sido un milagro haberla escuchado siquiera, porque sentía mis pulsaciones hasta en la cabeza. Cuando Marina me guio paso a paso hasta la puerta del patio, pensé que vomitaría. Me dejó con Mati, quien me recibió con una amplia sonrisa y me dio un beso en la sien antes de tomarme del brazo, mientras mi amiga iba hasta el área donde estaban las otras madrinas de la boda: Nir y Sara.

—Estás hermosa —susurró.

—No dejes que me caiga, por favor —supliqué—. O que pise mi vestido. Dios, no dejes que vomite en frente de todas esas personas. Ni que...

—El trayecto dura menos de medio minuto —me dijo, con esa voz de la experiencia—, y te aseguro que cuando lo veas a él ahí, esperando por ti, el resto del mundo se te olvidará.

Mis manos comenzaron a sudar y me costó respirar. Asomé la mirada por la puerta y, mucho antes de toparme con la figura de Beto, hubo otra que llamó mi atención.

—¿Esa es...?

—Sí —contestó mi hermano, siguiendo el trayecto de mi mirada—. Vino sola, pero vino porque quiere estar contigo en este día.

Sentada al fondo estaba mi mamá. Mis ojos comenzaron a escocer y, al reconocer mis ganas de llorar, las manos de Matías acunaron mi rostro.

Alternativos © [Indie Gentes #2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora