Capítulo 21

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Clara

—¿Disculpa? No entiendo tu comentario.

Tal vez, si fingía que no sabía de lo que hablaba, Sara pensaría que lo suyo eran suposiciones sin sentido. Sin embargo, suspiró y negó con la cabeza, como una mamá que sabe cuándo su hijo le está mintiendo.

—Tienes los labios hinchados, así que alguien tuvo que habértelos comido —respondió con simpleza—. No creo que fuera Santi porque no le haría eso a su exnovia. Mejor dicho, tú no lo harías eso a ella. Pacho está muy enamorado de Mica, además, cuando se va a dormir no hay nada que lo levante. Led no traspasaría esa línea. Luis no es de los que se escabullen para besarse con chicas a medianoche, de hecho, puede que se haya tomado una pastilla para dormir debido a los ronquidos de Pacho. Ahora bien... tú no pareces de las que se encuentran con extraños en la madrugada en país desconocido.

Me quedé con la boca abierta.

—Deberías trabajar para la policía, no ser asistente de un mánager musical.

Sara se encogió de hombros y sonrió.

—También era consciente de que le gustabas a Beto, pero porque lo escuché hace unos días en una conversación de los chicos.

—¿Beto dijo eso frente a los demás?

—No. Estaban hablando de él. —Se llevó la mano al mentón—. En realidad, todos estaban seguros de que no le corresponderías. Me resulta interesante que sí lo hicieras. Aunque no podría juzgarte, él es muy guapo. De todas maneras, lo que le están haciendo a Mily está muy mal.

—Lo sé. —Me llevé las manos al rostro, no porque tuviera ganas de llorar sino porque el recordatorio de lo que estaba haciendo me hundía en la culpa—. Todo es muy complicado.

Sabía que había actuado mal al darle aquel regalo a Beto, porque una parte de mí podía predecir que terminaríamos besándonos. La tensión entre ambos existía; nos gustábamos, nos deseábamos, y era algo de lo que hasta Nirvana se había dado cuenta. Tuve que haber sido más fuerte y haber esperado a que llegáramos a Buenos Aires para que él pudiera resolver su situación, de esa forma al menos no me sentiría tan mal por darle un simple beso.

De igual forma, lo que le había dicho en su coche después de lo sucedido en el hogar infantil era cierto: que él terminara con Mily no era sinónimo de que yo le fuera a dar una oportunidad. En primer lugar porque no estaba en posición de darle oportunidades a nadie, necesitaba enfocarme en mí y cómo rayos iba a salir adelante. Puede que tuviera un empleo ahora, pero seguía durmiendo en un sofá prestado y aún no me alcanzaba para mudarme. Además, tenía que pensar qué haría con mis estudios, y tarde o temprano enfrentar mi pasado: a Jeremías, a Sol y Mercedes, incluso a mi familia. Un romance apasionado no estaba entre mis prioridades.

Por no mencionar que no era sano para Beto tampoco. Él siempre había tenido una pareja, y si no tenía, entonces estaba en la búsqueda de una. Mientras tanto, se adhería a la compañía de sus amigos. Beto no sabía estar solo y que yo aceptara tener algo con él después de que terminara con Mily solo le haría más daño.

—No voy a justificar lo que están haciendo, pero sí entiendo que estas cosas sucedan —comentó Sara, levantándose de su cama y caminando hacia la mía. Se sentó a mi lado y torció un poco los labios—. Sé lo que es sentir cosas por una persona y no poder controlarlo. Cuando por fin una oportunidad se te presenta, te olvidas de lo que es correcto y lo que no. Simplemente la tomas. No es que no podamos controlar nuestros impulsos, es que el miedo de perder esa oportunidad es más grande que las ganas de hacer «lo correcto».

—¿Lo dices por Santi? —curioseé.

Ella suspiró y me miró con indecisión, tal vez planteándose si era prudente contarme lo que le había sucedido —o no—. De todas formas ella misma sabía que yo no era quién para decirle nada, no cuando Sara sabía lo que recién había hecho con Beto. Mucho menos la delataría con Nirvana o Led.

Alternativos © [Indie Gentes #2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora