I: Lluvia

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El cementerio privado estaba silencioso. El único sonido que se hacía presente era la tenue lluvia.

Kaori, frente a la tumba de Lawliet, recordaba todo lo sucedido en los últimos días. Cuando sentía que daba esperanza, cuando creía que iba a morir.

Era febrero, el invierno daba sus últimos latidos. El día estaba templado; su belleza era tan melancólica como la de Winchester hacía un año.

"Visité a Hyde ayer" dijo Kaori en su mente a la tumba de Lawliet "le dejé rosas blancas. Las tuyas son azul índigo porque siento que ese color es muy tuyo. ¿Recuerdas, Lawliet? Éramos muy jóvenes".

La sonrisa de Kaori era triste. Apretaba el mango de su paraguas con cierta ansiedad.

"Matsuda y yo nos hicimos buenos amigos, ¿Te acuerdas de él? Dijo que trabajar contigo en el caso del primer Kira fue un gran honor".

Se le escapó un suspiro. La intensidad de la lluvia había aumentado un poco más.

"Hiciste un gran trabajo para atrapar a Kira. Near lo logró, atrapó a Kira y al otro, al más reciente. Lo sé, no tiene caso que te lo cuente...Desde donde tú estas lo sabes todo, pero no puedo contener mi emoción. ¿Sabes? Me hubiera gustado verte en acción, Ryuzaki. Tu apodo era Ryuzaki, ¿Verdad? Así te llamaban todos los policías cuando estaban en búsqueda de Kira. ¿Puedo llamarte Ryuzaki yo también? Me gustaría...sería como tener más confianza".

Kaori se mordió el labio, había hablado demasiado. Aunque todo aquello lo había dicho mentalmente, no dudaba de que Lawliet la escuchaba. Había sido un día igual, todo aquello.

—Lawliet...

La melancolía que sentía era profunda. Tal vez provocada por el clima, tal vez provocada por los recuerdos. Una emoción que dolía.

Había muchas cosas que ella podía decir, pero no quería molestar a Lawliet. Era una persona de pocas palabras y mucha reflexión. De seguro había sido el mismo hasta sus últimos días. El agua seguía cayendo. Ella no entendía, pero de pronto sentía ganas de llorar. Sentía como si toda su felicidad se hubiera ido.

—Kaori.

Una voz masculina muy serena. Kaori se estremeció, abrió los ojos a toda su expresión. Detrás de ella.

Podría ser un sueño, podría ser el peso de la realidad.

—Las campanas, Kaori, ¿Puedes escucharlas?

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