Amadeus Vane Wammy, mejor conocido como Voltaire, era sobrino nieto de Watari y médico de Wammy's House. Estuvo unos años cumpliendo con su labor, y, tres días después de que cumplió los 28, Watari lo llamó a su oficina.
Voltaire tomó asiento frente a él, muy nervioso. Watari siempre tenía una expresión serena, pero en aquella ocasión había un dejo de tristeza. Trato de recordar si había hecho algo mal, pero no: atendió a los niños con la paciencia habitual, y de hecho estos lo apreciaban a su manera.
—¿Como ha estado tu día, Amadeus?—preguntó el anciano. Él era el único que lo llamaba por su nombre real.
Voltaire se acomodó sus gafas cuadradas.
—Ha estado muy bien. La enfermera tuvo que salir un par de horas antes, pero no hubo incidentes.
—Me alegro—esbozó una leve sonrisa—. Tranquilo, quita esa cara. No te voy a dar malas noticias.
—¿Qué es lo que pasa, tio?
Watari suspiró.
—Escucha, tú eres de los pocos que sabe lo que hay detrás de todo esto. He dedicado toda mí vida a los orfanatos, sabes bien cuál es mi objetivo. No obstante, estoy consciente de que no soy eterno, de que todo puede pasar. No tengo hijos biológicos y no confío en mis hermanos tanto como en ti. Eres brillante, Amadeus, confío en que podrás seguir con el proyecto en mí ausencia.
—No deberías hablar de temas tan turbios...
—Solo soy precavido. Si algo me pasa voy a dejar los orfanatos, y gran parte de las cuentas de banco, casas y propiedades a ti. También voy a confiarte a Ryuzaki. Cuando llegue el momento quiero que seas muy paciente con él, sabes bien que es aún más complicado que el resto de los niños en Wammy—esbozó una leve sonrisa—. Ya tengo todos los papeles en regla, solo necesito tu consentimiento. ¿Puedo contar contigo, Amadeus?
Voltaire asintió.
"El momento" llegó unos años después. Watari murió, y Voltaire, junto a Ryuzaki, quedaron a cargo de todo.
E médico (y ahora mayordomo) del detective recordaba aquella conversación con el viejo mientras viajaba junto a Lawliet con destino a Francia. Había una poderosa red de trata de blancas que Lawliet estaba a nada de destruir, solo necesitaba hacer un par de cosas más.
Watari tenía razón: Ryuzaki era aún más peculiar que todos los niños de Wammy's House. Voltaire estaba muy acostumbrado a todos, pero el principal, él llamado L, era muy distante. No entabló conversaciones de más de diez minutos con él hasta que Watari murió y se convirtió en su mano derecha. Voltaire era consciente de que, ante los ojos de Ryuzaki, nunca tomaría el lugar de Watari, pero se esforzaba.
Personas como él no tenían un concepto claro de la palabra amor, de amar. Lo más cercano que el hombre tuvo a ese sentimiento fue por mismo Watari. Con él muerto ya no había nadie más a quién llorarle, nadie más ante quién mostrarse débil. Aunque Ryuzaki luciera tan tranquilo, sentado de forma acuclillada en ese asiento del avión privado, de seguro por dentro seguía roto. Así hayan pasado más de cinco años desde que Watari se fue.
—Ryuzaki—dijo Voltaire, sentado desde el otro extremo del avión, mirando por la ventana—¿Tu amas?
Una pregunta muy directa. Probablemente Ryuzaki la esquivaría.
—¿Eh?—contestó él dejando de lamer una enorme paleta de limón.
—Que si sientes amor. ¿Tienes idea de lo que es eso?
—Sí—asintió sin expresión ni en el rostro ni en la voz.
—Pero...No me refiero a aprecio, no me refiero a lo que tenías con Watari. Hablo de algo distinto.
Ryuzaki volvió a asentir, tocando con la punta de los dedos la bufanda azul índigo que portaba. Sonrió como un niño pequeño.
—No deberías preguntarme eso—dijo—. No se bien que siento, y no me gusta pensar en eso porque es raro y me duele la cabeza.
Voltaire le miro a los ojos y luego la bufanda.
La bufanda, cierto. La chica.
Kaori. Kaori Yami.
Ryuzaki cuidó de ella desde lejos por el simple deseo de hacerlo.
Voltaire se acomodó las gafas.
—En ese caso no deberías alejarte. Deberías volver—dijo—. Si le aprecias, vuelve de vez en cuando.
Ryuzaki lo reflexiono un poco. Acarició la bufanda otra vez.
—De vez en cuando estaría bien, sí—clavó sus ojos en Voltaire—. Cuando termine este caso voy a volver. Espero no se desmaye otra vez. Si lo hace, ¿podrías sostenerla?
—Por supuesto.
Ryuzaki le dio las gracias con la mirada. Voltaire estaba sorprendido de que una mujer común y corriente lo hiciera exponer su lado más humano.
Ryuzaki, ante los pocos que le llegaban a conocer, era una máquina.
Pero, ante personas como Watari o Kaori, era un hombre.
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Life Note
FanfictionLas reglas fueron claras en ambos mundos. Aun así, se cometió un error; Near se encuentra en búsqueda del nuevo propietario de la Death Note, y para ello necesita la ayuda de alguien cuya libreta es muy distinta.