Capítulo 5. Una oferta que no puedes rechazar.

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Una semana. Una semana había pasado desde que decidí arriesgarme al dejar una caja y una nota en el apartado del chico que me gusta.

Una semana en la que no ha pasado nada.

No me malinterpreten, no es como si yo esperara a que el peliazul hiciera algún movimiento, en lo absoluto. Es decir, la nota no tenía ningún remitente, así que, ¿qué iba a hacer él?.

Desde el principio había decidido que sería yo la que lo conquistaría, después de todo, él ya tenía mi corazón. Pero el problema radicaba en que mi experiencia en situaciones amorosas era entre escasa y nula. Me había atraído algún chico una que otra vez, pero nada demasiado serio -o nada que pasara de los 2 meses-.

Pero esto era diferente, el chico de verdad me gustaba y quería hacer las cosas bien para lograr tener una oportunidad, por más problemático que fuese. Últimamente había estado pensando en la situación, y con un poco de ayuda de las chicas, llegué a una conclusión: necesitaba hacer más.

Los postres con las notas estaban bastante bien, pero no podía enamorar al chico a base de azúcar y notas anónimas. Tal vez me serviría para hacerme un pequeño espacio en su mente, pero en algún momento tendría que revelar mi identidad si deseaba que él pensara realmente en mi... Aunque eso no sería hoy, ni mañana, ni la semana que viene. Probablemente tampoco este mes.

Necesitaba otra forma de acercarme a él de manera natural, tampoco quería asustarlo. ¡Pero era malditamente difícil!, no sabía acercarme a los chicos, mis amigas tampoco sabían como acercarse y por lo tanto no sabían como ayudarme, y terminaban diciendo puras babosadas, sumando a eso, el hecho de que el chico nunca se dejaba ver sin su mitad. Y eso fue precisamente lo que me llevó a mi cagada de ayer.

Los gemelos apenas se separaban para ir al baño, y querer acercarme al peli azul cuando había otra persona alrededor exactamente igual a él pero con una sonrisa perenne juzgándome sólo aumentaba mis nervios.

Así que, como ya había hecho varias veces, no resistí observar fijamente al gemelo menor durante casi todo el almuerzo, y para cuando me di cuenta ya la había cagado. Hana me dio un pequeño pellizco nervioso y con un movimiento de cabeza me señaló a la mesa donde estaban los gemelos. Y una de las cosas que menos quería había vuelto a pasar: Smiley me estaba mirando.

Me miraba con esa gran sonrisa, como si él supiera todos mis secretos, claramente consiente de que yo había estado segundos antes embobada viendo a su hermano. Traté de disimular lo más que pude, pero yo sabía que él me había visto. Después de todo, era la segunda vez que pasaba.

Afortunadamente el timbre sonó poco después y los alumnos se movieron a sus salones, así que no tuve que cruzarmelos más. Pero cada vez que lo recordaba tenía que golpearme mentalmente. Si esto seguía así sería cuestión de días para que Smiley me descubriera.

--Oye, ¿estás bien?, pareces distraída.-- me dijo Tetsuo.

Evidentemente estaba distraída. Llevaba toda la semana pensando en qué hacer con mi vida y no se me ocurría nada. No era la primera vez en la semana que Tetsuo o mis padres me atrapaban divagando en mis pensamientos, pero no decían nada y yo agradecía eso. Pero ya era viernes y yo estaba instalada en la habitación del pelinegro, era obvio que aprovecharía la oportunidad.

--Sí... Yo sólo...-- lo observé por unos segundos y él me hizo una seña para que siguiera hablando. --Tetsu, ¿cómo puedo acercarme a un chico?.

La cara del peli negro perdió color mientras sus cejas se levantaban en una expresión sorprendida.

--¿A-acercarte a u-un chico...?.-- preguntó dudoso y yo asentí. --B-bueno...-- hizo una pausa mientras soltaba un suspiro y lo meditaba unos segundos. --¿Qué clase de chico?, ¿Es ese tal Souta?.

Magia de Luna azul | Souta Kawata - Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora