Capítulo 40. Arrepentido.

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—Buenos días, hija.

Me acerqué al comedor para saludar a papá y dejé un beso en su mejilla. En la mañana había despertado antes que Tetsuo y me había arreglado para ir al hospital. La verdad era que no me sentía muy bien, si bien había asimilado todo lo que pasó el día anterior, definitivamente no se compara con el sentimiento de miseria que se experimentaba al día siguiente. Cuando despertabas sabiendo que las cosas se habían jodido y que no quedaba de otra más que esperar y soportar.

—¿Cómo amaneces? —preguntó mamá.

—Bueno... Ya sabes —respondí un poco desganada—. Tan bien cómo podría estarlo en este momento.

Mamá me dio una mueca lastimera y suspiró, comenzó a servir algunas tazas de café y papá se levantó para ayudarla con el desayuno.

—¿Y tú hermano? —preguntó mamá.

—En mi habitación. Sigue durmiendo.

—Oh, bueno —asintió—. ¿Por qué no vas a despertarlo?, así desayunamos y papá te lleva al hospital.

—No quise despertarlo, se veía muy tranquilo —comenté recordando la lenta respiración del pelinegro—. Además, no hace falta, desayunaré algo afuera. Quiero caminar hasta el hospital.

Mamá hizo una mueca dudosa, y papá me miró desconfiado.

—¿Segura que quieres ir hasta el hospital sola? —preguntó papá.

—Si, no te preocupes.

—Rin... No me gusta que no desayunes. Si vas a salir sola tienes que desayunar algo, no vayas a saltartelo. Lo digo en serio —habló mamá seria.

—Lo haré, mamá. Tranquila —respondí con una ligera sonrisa, mamá a veces podía ser algo paranoica—. Comeré algo, solo quiero respirar aire fresco en el camino.

Ambos compartieron una mirada y sintieron, aceptando. Así que después de compartir unas cuantas palabras más con ellos, salí de casa.

Eran las 11 de la mañana y el sol ya estaba en la cima, pero en estas fechas de finales de agosto, el otoño comenzaba a asomarse, enfriando un poco el ambiente. Comencé a caminar a paso lento, no tenía prisa. O tal vez no quería llegar a ese inquietante lugar. O tal vez no quería ver a Souta en el estado que estaba.

Es realmente inquietante, siento que hay cosas que entiendo, y otras tantas que no. No podría describir con certeza cómo me sentía, había pasado gran parte del tiempo pensando en todo lo ocurrido, desde que Souta comenzó a distanciarse hasta los sucesos de ayer. Todo era tan desconcertante. Una parte de mi quería correr hacia el peliazul y resguardarlo en mis brazos, decirle que nada había sido su culpa y que entendía la situación; y otra parte de mi quería gritarle lo idiota que había sido, lo negligente que fue al no decirle nada a nadie y lo mucho que me había lastimado.

Pero de todas maneras, no podía. Souta estaba internado en un hospital.

A veces me preguntaba que pasaba por la cabeza de los chicos al decidir arriesgar sus vidas en una pandilla, al querer dedicar sus días a golpearse con otros chicos, la mayoría de veces, sin una verdadera razón. Si me preguntaban, inmediatamente diría que era una completa estupidez. Pero después veías lo comprometidos que parecían estar, y te hacía dudar de la verdadera razón y/o motivación que los llevaba a hacer lo que hacían. Probablemente no eran más que niños queriendo pelear, en realidad. Pero tal vez era el sentido de pertenencia y compromiso, de ser una unidad. O tal vez era el mero cariño que se tiene por los amigos, y la necesidad de protegerlos.

Lo único que sabía era que cuando lo que más quería era que Souta se alejara de todo eso, entonces aparecía Smiley, Mikey o incluso Draken, y decían algunas palabras sobre la amistad y el compromiso. Y si pensaba en las chicas, o en Tetsuo, debía admitir que yo misma me metería sin dudarlo en una pelea para protegerlos. Si lo veía desde esa perspectiva, podía entenderlos un poco.

Magia de Luna azul | Souta Kawata - Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora