Epílogo

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—¡Chiasa, apresúrate! ¡Hana nos está esperando afuera!

El chasquido de los gabinetes siendo cerrados con rapidez dió pasó a una Chiasa apresurada saliendo de mi habitación, perfectamente arreglada e impecable.

—Lo siento, Ri. Sabes que pierdo la noción del tiempo.

Con cuidado, nos apresuramos a bajar las escaleras, encontrándonos con mamá en la sala.

—¿Dónde está Tetsuo?

—Ya salió. Dijo que las vería allá.

En eso, papá apreció desde la cocina—. Están hermosas, chicas. Nosotros iremos luego para felicitar a los chicos.

—Está bien, ¡nos vemos!

Una vez fuera de casa, el auto blanco de Hanako nos esperaba, así que junto a Chiasa nos apresuramos a subir. Un segundo después, la pelinegra se puso en marcha.

—Smiley me llamó —dijo—. Nos están esperando.

La plática en el auto fue tranquila, y el viaje hasta nuestro lugar de destino fue rápido. Alrededor de 15 minutos después, un cielo naranja se asomó tras unos cuantos edificios, al tiempo que nos acercábamos a una intercepción cerrada. Hanako detuvo su auto en el lugar más cercano que encontró, y disimulé una sonrisa al notar el montón de motos estacionadas alrededor.

—Ahh~~ —suspiró Chiasa bajando del auto—. El frío está comenzando otra vez. Debí traer algún abrigo.

—No te preocupes —le contestó Hanako—. Con toda la gente que habrá, seguro hasta hará calor.

Las tres comenzamos a caminar adentrándonos a la calle, donde se podía comenzar a oír el bullicio de la gente. Era un barrio pequeño pero bastante tranquilo, conocido principalmente por el montón de comercios de comida que se podían encontrar ahí. Desde restaurantes de ramen y sushi, hasta algunos con comidas más occidentales, como pizzerías o hamburgueserías.

Era un lugar agradable. Con edificios bajos que permitían el paso de la cálida luz solar, calles angostas pero iluminadas por farolas en cada esquina,  comercios mayormente familiares y una seguridad envidiable en comparación a otros barrios comerciantes. Era un lugar al que había estado yendo constantemente los últimos meses, cada que podía, cada que volvía a casa desde Tohoku, y estaba encantada.

Era el lugar perfecto para comenzar un negocio.

Ya en medio del gentío comenzamos a buscar un lugar más despejado. A uno de los lados, un lindo local de comida relucía entre los demás; con un gran cartel rojo brillante en lo alto, decorado con dos dibujos de demonios mitológicos a los lados, con la entrada rodeada de globos y un listón azul que impedía el paso.

—Se ve realmente bien, ¿eh? —susurró Hana cerca de mi oído, a lo que respondí con una sonrisa.

—¡Oigan! —voceó alguien entre la multitud—. ¡Chicas!

La voz familiar resonó entre las demás, y segundos después divisamos una cabellera rubia a unos metros de distancia, bastante cerca de la entrada.

—¡Emma! —Junto a ella, repartidos por todo el lugar, estaban el resto de los chicos. En eso, también aparecieron Hinata y Yuzuha.

—Al fin llegan, los chicos ya van a salir.

—Si su comida no resulta ser buena voy a tener que golpear a alguien —murmuró Mikey con la mirada fija en el local. A su lado, Takemichi lo miró con horror.

Después de unos minutos de plática, la gente comenzó a hacer silencio. Me giré para ver a los protagonistas de la escena y sonreí al encontrarme con las caras ansiosas de los gemelos.

Magia de Luna azul | Souta Kawata - Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora