Capítulo 43. Como agua entre los dedos.

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Hoy había despertado más feliz que nunca.

Me sentía bastante mejor y el resfriado se había ido. Fácilmente podía decir que nunca había despertado tan animada. ¿Pero como no estarlo?, después de toda la mierda que habíamos pasado, el saber que Souta estaba bien y despierto, y que las cosas estaban mejorando, era motivo más que suficiente para estar alegre.

—¿Qué diablos te pasa? —preguntó Tetsuo cuando entré a la cocina—. Parece que sueltas brillos.

—Aww, gracias, Tetsu —dije acercándome y dándole un beso en la mejilla. El pelinegro me miró con horror—. ¿Dónde están mamá y papá?

—Ocupados —respondió metiéndose una cucharada de cereal a la boca—. ¿Irás al hospital?

—Eso lo decidiré yo —dijo la suave voz de Aiko entrando a la cocina.

—¿Eh?

—Saori-san me ha dado órdenes de sólo dejarte ir cuando me asegure de que tu resfriado y alergia se hayan ido. —La pequeña chica se acercó a mi y tomó mi cara entre sus manos con delicadeza, analizándome. Miró mis ojos buscando algún rastro de humedad, y mi nariz, asegurándose de que no estuviera roja. Después pasó el dorso de sus manos por mi frente y cuello—. Mmm... bueno. Parece que todo está bien. ¿Cómo te sientes, Rin-chan?

—Me siento genial, Aiko. Mejor que nunca —aseguré con una sonrisa y Aiko le dió una mirada rápida a Tetsuo, el pelinegro sonrió ligeramente y le hizo un ademán de que me dejara ser.

—Bueno, está bien. Puedes ir al hospital.

Sonreí satisfecha y me di la vuelta para subir a mi habitación y cambiarme, cuando las ligeras manos de Aiko se posaron sobre mis hombros y cambiaron mi dirección hacia el comedor.

—Irás al hospital, pero primero tienes que desayunar. No creas que te dejaré irte sin comer.

De mala gana acepté y me senté junto a Tetsu, el pelinegro me dio una sonrisa burlona y siguió comiendo; en unos minutos Aiko ya me había traído el desayuno y estaba tranquilamente comiendo mientras conversaba con mi acompañante. Desde una perspectiva más objetiva, desayunar me hacía bien.

Necesaria comer para aguantar el ajetreo del día.

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—Ten cuidado, y llámame cualquier cosa.

—Tranquilo, Tetsu. Todo está bien.

El pelinegro me miró sereno y asintió, volviendo a su lectura. Salí de la casa y Daiki-san estaba afuera esperándome, últimamente había estado caminando hasta el hospital, pero eso era porque desayunaba en el camino, ahora que había comido en casa, podía irme en auto, además, así llegaba más rápido.

El viaje fue silencioso y mi corazón latía con fuerza, estaba nerviosa. Tal vez era un poco ridículo, pero ver al peliazul ahora me ponía realmente ansiosa. Pero de buena manera.

—Llegamos, señorita Rin —dijo Daiki-san a las afueras del hospital—. Salude al joven Souta de mi parte. Si quiere que venga a buscarla sólo tiene que llamarme.

—Muchas gracias, Daiki-san —respondí bajando del auto para acercarme a la entrada.

Cuando entré al hospital una ráfaga de inquietud me golpeó. Miré a todos lados, todos estaban en lo suyo, así que le di una pequeña sonrisa a la enfermera de la recepción y avancé hasta el ascensor.

¿Siempre había hecho tanto frío?

Subí al piso donde estaba la habitación del peliazul y la sensación de inquietud se intensificó, aceleré el paso extrañada y al llegar al pasillo me detuve en seco. Smiley estaba sentado en el piso frente a la habitación, con sus piernas recogidas y su cabeza entre sus brazos. Me acerqué a él y una presión desagradable se instaló en mi pecho.

Magia de Luna azul | Souta Kawata - Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora