Cap: 25 No quiero dormir solo. (Sin corregir)

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— Papá! Mamá!... Mamá! - mis gritos eran opacados por todo el alboroto que me rodeaba. Sentía mis lágrimas bajar sin control, al mismo tiempo que el miedo y desolación me inundaba, haciendo que mis piernas temblaran al punto de ni siquiera poder moverme, siendo capaz únicamente de gritar y llamar a mis padres. - Mamá!

No pararía de llamarlos, porque no sabía más que hacer y lo único que me gritaba mi conciencia era que, cuando los encontrara, ellos me pondrían a salvo, sacándome de toda esta pesadilla pintada de rojo. Mis ojos no paraban de soltar agua salada y mi boca no dejaría de gritar. Mi pequeño cuerpo se encogía a cada sollozo, retrayendo mis piernas y haciéndome cada vez más pequeño,  deseando fundirme con aquellas paredes que creaban la esquina en la cual yo yacía escondido. La confusión me hacía vacilar entre permanecer en aquel escondite improvisado, o salir y correr en busca de mis padres.

A pesar de la multitud de personas que iban y venían a mi alrededor, me sentía desolado y abandonado. De un momento a otro la mano que sostenía la de mi madre, se había encontrado vacía, así como el tumulto de personas que me rodearon, empujándome y llevándome hasta aquel pasillo, en el que solo había atinado a encogerme, evitando que me aplastaran entre la marea de gritos y alaridos. No entendía qué pasaba, lo último que sabía era que, mis padres y yo nos encontrábamos en una sala bastante grande, junto con los demás integrantes de la manada vecina. Los niños yacían jugando, alejados de sus progenitores, pero yo me había reusado a apartarme de mi mamá. Ella acababa de llegar del trabajo, por lo que, quería pasar el mayor tiempo con ella, así que, la idea de reunirme con mis amigos de la guardería, había dejado de tener importancia. Las risas divertidas de los adultos solo me provocaba copiar la sonrisa que dibujaban sus rostros en el mío, apretando la mano que sostenía la de la mayor, girando la cara y mirándola con emoción, recibiendo el mismo gesto en respuesta de su parte. Sus lindos y negros ojos me observaban con ternura al mismo tiempo que acariciaba mi rostro.

Pero, todo ocurrió demasiado rápido. De un momento a otro, fuertes golpes se empezaron a oír en la puerta trasera de aquella gran casa, llamando la atención de todos y provocando que, sin poder evitarlo, sus lobos se alteraran. La sonrisa de mi madre desapareció, y un gran miedo invadió sus pupilas, las cuales se dilataron al momento que un conocido olor envolvió su olfato, pero ni siquiera fue capaz de gritar y avisar al resto cuando, de un momento a otro, varios golpes y gritos se escucharon desde el pasillo que daba a la puerta. En un instante, todos los adultos se habían levantado, tirando descuidadamente algunas de sus sillas a los costado, y el olor del miedo surcó la habitación. Mi padre se apresuró y de un movimiento se colocó enfrente de su esposa, en el mismo instante que, algunas de las mujeres, gritaba.

"¡Los niños!"

Y, todo se volvió un caos. Mis ojos se abrieron, pero un tirón en mi mano llamó mi atención, llevando mi vista hacia ahí y dándome cuenta que había separado de mi madre. Recorrí la mirada pero había demasiadas personas como para encontrarla, empeorando al momento en el que disparos resonaron en el lugar, enloqueciendo a las personas y creando olas que no hacían más que empujarme. No supe a dónde ir, mi nariz tampoco respondió y el único aroma que percibí fue el del hierro emanando desde aquel pasillo que tanto alboroto había creado. Mi pequeña cabeza estaba hecha un lío y mis ojos eran un mar de lágrimas, así como mi boca no era capaz de cerrarse, al contrario, lo único que hacía era llorar y llamar a mis padres, sintiendo el nudo en mi garganta crecer y arder, debido al volumen que necesitaba emplear para sobresalir de los demás llantos y gritos que se oían en toda la casa.

De repente todo se había vuelto rojo, las luces se fundían y las llamas eran las encargadas de iluminar todo lo que quemaban a su paso, inundando el lugar de humo y volviendo todo más confuso y horrible. Mis ojos se nublaban pero eso no evitó que, frente a mí, se figurarán personas vestidas de negro, con máscaras en el rostro y varias navajas en las manos, mismas que no tardaban en enterrarse sin cobardía ni arrepentimiento en cualquier parte del cuerpo de aquellas personas que formaban parte de nuestro vecindario. Amigos de la familia y hasta líderes de la manada eran heridos de muerte, pero aún así no paraban de luchar, regresando golpes a diestra y siniestra. Los gritos de los niños ahora también eran audibles, mezclándose con los míos y haciendo que cada padre se apresure a afinar el oído, intentando identificar la voz de su propio cachorro, corriendo hacia ellos y tomándolos entre brazos, con el único fin de sacarlos de aquella batalla sangrienta y desigual. Veía a adultos pasar frente a mí, pero ninguno era mi padre y tampoco se apiadaban a ayudarme, solo me pasaban de lado, siendo presas del pánico y la adrenalina.

°°La Manada°° [Kookmin] [Namjin] [Vhope]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora