17 | Trauma uno

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Pasaré asistencia, digan presente o no leen:


Trauma uno 


Montreal, Canadá

16 de Noviembre del 2022

Anheli

Suspiro por octava vez mientras observo la hora en la pantalla de mi celular. 7:43pm. El sentimiento de decepción vuelve a instalarse en mi pecho al entender la situación. Cristian me acaba de dejar plantada.

Decir que el hecho no me entristece sería una gran mentira. Obviamente tenía muchas ganas de verlo. Es inevitable no ser capaz de reprimir estos sentimientos que a cada hora aumentan en dirección al pelinegro y me aterra. Me da miedo el hecho de que mi memoria vuelva y todo cambie entre nosotros.

El terror que siento de que esos recuerdos dolorosos nos terminen distanciando por no ser capaz de poder aguantarlos. La sola posibilidad de que lo distancie por no ser tan fuerte como creo que soy es perturbador cuando me quedo pensando la frase "¿que hubiera pasado si...?"

¿Qué hubiera pasado si no hubiese perdido la memoria? ¿Qué hubiese pasado si supiera quién es el padre de mis mellizos? ¿Qué hubiera pasado si no hubiese conocido a Dante?

¿Qué hubiese pasado si Cristian no se hubiera cruzado en mi camino?

Si a pesar de esos cuatros años en los que no estuve en su vida, él hubiese seguido como si nada. ¿En qué posición estaríamos ahora?

—Ya nos vamos, niña Anheli —la voz de esa persona termina sacándome de mis pensamientos y me sobresalto, asustada. Giro mi cuerpo y mi cabeza para divisar a doña Ginebra parada con los mellizos a ambos lados y sus mochilas puestas sobre sus hombros— ¿Está bien? —pregunta, seguramente al ver mi estado decaído.

—Sí... —le comparto una sonrisa de boca cerrada e intento sonar lo más convincente posible en el momento en que los mellizos fruncen el ceño al verme. Mis hijos siempre han sabido leerme como un libro abierto— Diviértanse mucho y saben cualquier cosa, estaré pendiente siempre al teléfono.

—Hoy tengo un horario súper divertido para los niños, ¿verdad, amores?

Como si ellos supieran algo que yo no, Aiden y Aria asienten efusivamente con la cabeza más unas sonrisas enormes plasmadas en sus rostros. Doña Ginebra los manda a despedirse y veo correr a mis hijos hacia donde estoy con los brazos abiertos, que terminan rodeando mi cuello con fuerza.

—Pórtense bien y háganle caso a doña Ginebra, ¿de acuerdo?

—Sí, mami —dicen al unísono.

—Y Aiden —suspiro, mirando a mi hijo— no te comas las galletas de la nana, por favor. Son mucha azúcar para ti.

El pequeño bufa al escuchar mi petición y a regañadientes, asiente con la cabeza. Les doy un beso a cada uno en la frente y dejo que se vayan de nuevo al lado de doña Ginebra, quien vuelve a coger la mano de cada uno para salir de casa.

—Espero también te diviertas, niña Anheli —dice antes de cruzar la puerta de la casa, cerrándola con cuidado y me quedo con la mirada en la madera con un gesto vacío y melancólico.

—Me hubiese gustado, doña Ginebra —murmuro en la soledad de mi casa.

Sin ganas de querer deprimirme más, dejo de insistir en las llamadas al teléfono de Cristian y me pongo de pie para volver a revisar el mensaje que me mandó hace una hora Dante, el cual no he querido responder por sí el milagro se me hace y el pelinegro aparece.

Olvidando sus reglas #2 © | ✔ (Versión 2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora