40 | Fuerza nula

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Inicio de la segunda maratón, babys.

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Barcelona, España

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Barcelona, España

23 de diciembre del 2022 | madrugada


Anheli

Doy un pequeño empujón a la puerta del departamento sintiendo que mis fuerzas no dan para más. El cansancio en mi cuerpo es desorbitante y el dolor emocional es algo que no puedo soportar de pie, apoyándome en la madera, bajo la oscuridad del lugar. Sola.

Silenciosamente, las lágrimas que he intentado soportar en todo el camino empiezan a rodar por mis mejillas hasta deslizarse por mi cuello. Pienso en mis hijos y en la necesidad que tenía de poder abrazarlos, sentirlos conmigo con la esperanza de una promesa que iban a estar bien, que nada malo les iba a pasar, pero no fue así.

Luego de lo que pasó entre Cristian y yo, no tuve el valor de verlos. Las palabras de su padre habían calado tan al fondo de mi pecho que sentí que mi obligación como madre era mantenerme alejada hasta que no tuviera descartadas todas las amenazas que los rondaban por mi culpa. El haberlos tenido al otro lado de la habitación y sin el coraje de girar la perilla que nos distanciaba me quebró más.

No recuerdo la última vez que había llorado tanto en menos de 24 horas.

Dejo las llaves del espacio que compró Nikolái para mí cuando me negué ir a vivir con él en la mansión que tenía fuera de Barcelona junto a mis padres. Su condición era que el edificio estuviese resguardado por sus hombres en cada esquina. No tuve problema porque sabía que necesitaría, en algún momento, llorar en silencio y sola.

Resuena el tintineo de las llaves en la encimera de la cocina mientras que me dirijo directamente a la refrigeradora. En mis ojos se refleja la luz del electrodoméstico y frente a mí observo las diferentes botellas de vodka que había encargado a comprar a uno de los escoltas a espaldas de mi hermano, aunque no tengo duda que Nikolái ya ha de estar al tanto.

Aprieto la mandíbula en un intento de controlar mis emociones y pensar mejor la situación, pero, la verdad, no hay mucho que hacer. Sujeto la primera botella de licor y la saco dejándola en el lavabo de la cocina. La observo por un par de segundos, tal vez armándome de valor para dar media vuelta sin haberla abierto, pero aunque la voluntad estuviera, no podría.

Las primeras palabras de Cristian retumban en mi cabeza lo que me incita a tomarla.

«Me hubieras librado de tanto dolor, de tanto rencor que ahora siento por la persona con la que quería formar una familia»

El primer sorbo es el que más duele porque sabes que luego de eso no hay marcha atrás. Bebo del pico, derramando algunas gotas por mis comisuras. Cierro los ojos al momento de sentir el ardor del licor por mi garganta. Doy un trago largo, tanto que al instante que suelto la botella, he tomado casi la tercera parte. Esta vez mis sollozos se hacen más fuertes y al estar sola, no reprimo el ruido de mis quejidos ante el dolor, sintiéndome más rota a cada segundo que pasa.

Olvidando sus reglas #2 © | ✔ (Versión 2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora