Trilogía Reglas | Libro ll
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Cuatro años han pasado desde que se vieron por última vez, desde que se profesaron un amor eterno entre ellos hasta que el olvido de ese sentimiento los obligó a alejarse para siempr...
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Barcelona, España
31 de diciembre del 2022
Anheli
—¿Así está bien, mami?
Percibo la pregunta de Aria cerca de mí, pero no permito que mi cerebro reaccione ante ello. La concentración que mantengo en dirección a las escaleras me obliga a mantenerme en silencio mientras me dedico a crear respuestas honestas en mi cabeza por lo que está a punto de suceder apenas bajen a la primera planta.
—¿Mami?
Nuevamente mi hija busca mi atención.
Con el teléfono en mi mano golpeo el mármol de la encimera en un acto distraído y en mi mente vuelve a formarse el mensaje que me había traído de vuelta a la casa de Cristian. He de decir que los nervios están a flor de piel ya que después de mucho tiempo, volvería a tener una conversación con Esteban Ortega.
Su "tenemos que hablar" por texto me mantuvo en un ligero pánico apenas lo leí.
«Si con Rodrigo había resultado más o menos bien, espero que con su hermano también»
—¡Mami!
Todo pensamiento que haya podido tenerme en un episodio de trance se desvanece al instante que logro escuchar el grito estruendoso de mi pequeña a mi lado. Mi rostro gira tan rápido hacia ella para notar que mantiene un gesto arrugado en su rostro. Sus cejas se fruncen y diviso la molestia evidente en su postura al no haberle estado prestando atención.
—Lo siento, cariño.
—Ya terminé. Mira.
Mis ojos viajan hacia lo que tiene frente a ella y sonrío al ver la manera en cómo ha decorado el pequeño pastel que habíamos comprado el día de ayer. La letra "A" hecha de chantillí se ve enorme al ocupar todo el centro de la torta. La decoración de rojo con blanco me gusta, a pesar del desastre infantil que ha hecho Aria.
En pocas horas se llevaría a cabo mi cumpleaños.
Un día al que sumaba otro año en mi vida.
Y un día al que se sumaron personas que pensé no volvería a ver.
«Menudo cumpleaños que pasaré»
Sálvame, Virgen de los orgasmos.
—¿Te gusta tu torta?
Debo tomar una débil respiración para aguantar las ganas de reírme y atino a asentir al notar que espera una respuesta de mi parte. Al ver mi aceptación a su "obra de arte", la sonrisa de Aria se hace mucho más grande por lo que vuelve a seguir "decorando" el pastel. Acaricio su cabello, admirándola mientras gesticula su rostro de concentración.
