Trilogía Reglas | Libro ll
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Cuatro años han pasado desde que se vieron por última vez, desde que se profesaron un amor eterno entre ellos hasta que el olvido de ese sentimiento los obligó a alejarse para siempr...
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Barcelona, España
05 de enero del 2022
Narrador omnisciente
El nombre de Anheli es vociferado por los parlantes del estadio siendo ella la siguiente en mostrar su coreografía. Su rostro sigue fijo en los asientos vacíos que pertenecen a tres de las personas más importantes para ella. Su respiración se vuelve descontrolado al pensar lo peor y a punto de dar dos pasos atrás, es empujada por su mejor amiga que no permite que su pánico le juegue una mala pasada.
La castaña gira su rostro, confundida. Puede ver el semblante de la morena y cómo su gesto preocupado es tan evidente que no ayuda nada a calmar sus nervios.
—¿Dónde están-
—No te preocupes ahora por eso, Anheli. Te están llamando.
Su nombre nuevamente es dicho por uno de los jueces y sabe que si no sale al tercer llamado es descalificada automáticamente por ausencia competitiva. Muerde su labio sin saber muy bien qué hacer. Cierra sus manos en puños y es consciente que Indira no le está diciendo todo.
—Dime qué están bien —ruega en un murmullo débil.
La morena suspira.
—Gana esa medalla, Anheli.
No es capaz de dar un paso al frente al menos hasta volver a sentir otro empujón por parte de su amiga. Anheli intenta por todo lo posible no deja en evidencia el bajón emocional que acaba de sufrir debido a la preocupación, y con toda la enseñanza que alguna vez pudo tener por parte de su madre adoptiva, hace lo que mejor sabe cuando todo está a punto de salir mal.
«Fingir»
Alza el mentón con toda seguridad y se desliza por el hielo de la misma forma hasta llegar a la zona de los jueces. Deja la cartilla con su número para que la apunten y obteniendo unas palabras de aliento por las personas que conocía desde hace varios años, termina por soltar un último suspiro antes de quedar completamente en el centro de la pista.
Los reflectores no dejan de seguirla y cuando llega a su punto de inicio, las tres luces blancas se mantienen cubriéndola con totalidad. El corazón de la castaña se siente como si estuviese a punto de sufrir un colapso, pero es capaz de calmarse a la hora que cierra los ojos para dejar en blanco su mente. Cuando los vuelve a abrir, observa los rostros de sus hijos y la seguridad de que su padre esté en algún lugar en busca de su protección la mantiene un poco en calma.
