18 | Hola, enana 🔞

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Pasaré asistencia, digan presente o NO TENDRÁN UN CRISTIAN:


 Hola, enana 


Montreal, Canadá

16 de Noviembre del 2022

Cristian

Bajo de la camioneta con el nerviosismo a flor de piel en mi cuerpo y froto las palmas de mis manos continuamente por el frío de la noche. Camino directamente hacia la puerta lateral, dónde se encuentra Anheli con la mirada cabizbaja y suelto un suspiro al darme cuenta que está llorando.

Abro la puerta con cuidado y me quedo parado frente a ella sin decir nada. Mis ojos se clavan a sus manos que se encuentran en su regazo, donde aprieta bruscamente la tela de su pantalón mientras sus sollozos son lo único que se escucha entre los dos, en un ambiente oscuro frente a su casa.

—Vamos, preciosa —musito con suavidad a la altura de su rostro y delicadamente coloco una mano sobre su brazo para permitir que la saque de la camioneta, cerrando la puerta— ¿Dónde está tu llave? —pregunto con su rostro pegado en el hueco de mi cuello mientras sus brazos rodean mi cintura con fuerza.

—En mi bolso —murmura entre sollozos.

Agarro su cartera para sacar la llave de su casa y la coloco encima de mi hombro. Me da pesar tener que hacerla caminar porque cuando el imbécil de Lombardi la tiro, la castaña se dobló el pie rudamente lo que la ha mantenido quejándose en voz baja por el dolor.

«A la mierda»

Anheli suelta un grito de sorpresa cuando me doblo un poco para sujetar la parte trasera de sus muslos y la alzo con mis manos, obligándola a rodear mi cuello con sus brazos y sus piernas se aprietan alrededor de mi cintura.

—¿Qué haces?

—No quiero que te lastimes más.

Deposito un beso en la comisura de su boca y sonrío cuando noto aquel brillo en sus ojos que evidencian una ligera felicidad aunque sus lágrimas demuestre lo contrario.

La castaña vuelve a colocar su cabeza sobre mi hombro y yo camino con facilidad hasta la entrada de la casa para abrir la puerta y entrar. El interior se encuentra a oscuras así que tanteo un poco la pared para encontrar el interruptor y encender la luz.

Bajo con cuidado a Anheli para terminar de colocar su cartera sobre el sillón y frunzo el ceño cuando me doy cuenta que hay demasiado silencio en la casa lo que me termina confundiendo.

—Los mellizos están en la casa de al lado. Tenemos a una viejita de vecina que le encanta pasar tiempo con ellos y cómo iba a... —traga saliva, cabizbaja—... a salir, le pedí que los cuidara por unas horas.

Niego con la cabeza y me acerco a ella para ahuecar su rostro con sus manos, alzando su cabeza hasta quedar con la mirada clavada en el azul de sus ojos. Deposito un beso en su frente y rodeo su cuello con mis brazos para abrazarla.

—No volverás a ese lugar jamás —murmuro sobre su piel mientras ella mantiene su agarre al final de mi camiseta— Yo te voy a cuidar.

—Cristian... —solloza— Ese señor... ese señor me dijo algo.

—¿Qué te dijo, preciosa? —vuelvo a mirarla.

—Él me hizo recordar algo... algo muy triste de mi infancia.

Olvidando sus reglas #2 © | ✔ (Versión 2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora