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Stella

Corro escaleras abajo y, sin mirar por donde voy, me choco con una persona más grande que yo.

Pierdo un poco el equilibrio y esa persona coge mi cuerpo.

—Ten cuidado por dónde vas, hermanita —dice Dante, mi hermano. Sonrío y él besa mi mejilla.

—Iba a comprar unos cuantos tomates. Papá y mamá me pidieron que los comprara hace más de dos horas —miro la pantalla de mi móvil y me quejo—. Dentro de diez minutos vendrán.

Dante ríe y acaricia mi pelo.

—Luego te preguntaré que estabas haciendo tanto tiempo. Anda ve.

Beso su mejilla y salgo corriendo de casa.

Camino por varias calles y llego a mi destino. Una frutería con mucha historia. Iba mi bisabuela, mi abuela, mi madre y ahora yo.

Entro y camino rápido por los pasillos. Encuentro los tomates que están más baratos y cojo tres después de ponerme un guante. Los meto en la bolsa transparente y me dirijo a pagar.

Espero en la fila de tres personas y miro hacia arriba rezando para que mis padres tarden en llegar a casa.

Miro la persona que está pagando y me resulta muy familiar ver ese pelo corto. Se gira un poco para coger los productos y puedo ver su rostro.

—¡Damiano! —digo y levanto una de mis manos saludándolo.

Él me mira y pestañea varias veces antes de sonreír.

—¡Stella, cariño! —dice muy feliz y se acerca a mí. Me da dos besos en la mejilla y mira lo que he cogido—. ¿Tomates?

Río y me muevo en la fila al ver que la siguiente seré yo.

—Mis padres me los han pedido y aquí estoy —asiente analizando mis palabras.

—Te veo un poco acalorada. ¿Has salido corriendo de casa? —asiento y coloco la bolsa en la pesa esperando que la mujer me diga cuanto tengo que pagar.

Saludo a la mujer, amiga de mi madre.

Sé que es la típica persona que habla y habla cuando te ve, pero como ahora estoy con Damiano, no empieza ningún tipo de conversación.

Gracias por aparecer, Damiano.

Pago y caminamos hacia la salida de la frutería.

—Debería de estar en casa lavando los tomates hace unos minutos. Se supone que tenía que comprarlos hace horas —digo y él asiente.

—Te puedo llevar a casa. Ven conmigo. Me queda de camino.

Se lo agradezco y caminamos hacia donde está su coche.

Entramos en este y él comienza a bromear mientras comienza a conducir.

—No me manches el coche con tus tomates podridos —río y él sonríe.

Mueve el volante hacia la derecha y entramos en la calle en donde vivo.

Su coche huele muy bien. Es una mezcla entre frutos del bosque y fresa. Me encanta.

Tiene el coche muy limpio y veo que muchas partes de este brillan.

El señorito que cuida mucho su coche.

Para de conducir cuando está enfrente de mi casa.

Le doy las gracias y deposito un beso en su mejilla.

Bella ragazza, te quiero.

Salgo del coche con una sonrisa y corro hacia el interior de mi casa. En la puerta de esta, está mi hermano.

Stella |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora