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Jacopo me pasa la ensalada mientras sonríe.

Cojo el bol blanco y me sirvo en el plato que tengo delante.

Le devuelvo el bol y susurro un gracias.

A mi lado, Damiano come tranquilamente sin discutir con su hermano. Tampoco dice ninguna tontería, cosa que me sorprende demasiado.

Comienzo a masticar mientras oigo a Rosa hablar con sus hijos y con su marido, Daniele.

Sigo en silencio y mi mirada se niebla un poco.

Cuando pestañeo, varias lágrimas abandonan mis ojos.

Dejo el tenedor en el plato y con ambas manos seco mis lágrimas.

Por favor, aquí no. Ahora no.

—¿Thomas? —dice Rosa preocupada y veo su rostro. De verdad está preocupada, pero muestra ternura.

Voy a hablar, pero Damiano no me lo permite.

Se levanta y toca mis hombros.

—Vamos a tomar un poco el aire —dice con una pequeña sonrisa y me obliga a levantarme. Me levanto y caminamos hacia afuera, hacia el jardín de esta casa familiar.

Me pega a su cuerpo mientras muerdo mi labio inferior intentando controlar mis lágrimas.

—¿Qué ha pasado ahora? —me pregunta y rompo a llorar.

—No me ha enviado ningún mensaje. Ningún mensaje, Damiano —digo llorando y mi cuerpo se cae en su pecho. Me sostiene y besa mi cabeza numerosas veces mientras me abraza.

—Intenta no pensar mucho en ello. Mi familia, tú y yo podemos ir a algún lugar para pasarlo en grande, amigo. ¿Qué te parece?


Ha pasado casi un mes y aquí me encuentro sosteniendo la mano de Coraline mientras se prueba unas botas negras en una de las tantas tiendas del centro comercial.

—¿Qué te parecen? —me pregunta sonriendo. Miro sus botas mientras eleva un poco los pantalones de campana que está llevando. Son de Victoria y le quedan muy bonitos.

—Son preciosas. Te quedan muy bien —digo con una sonrisa y ella grita emocionada. Toma mi rostro y me da un largo y sonoro beso en la mejilla.

Siento su anillo frío en una de mis mejillas.

. La pequeña Coraline está prometida desde hace unas semanas y no puede estar más feliz.

Un viejo de 75 años se casará con ella la próxima semana.

Espera espera, me estoy riendo mucho ahora porque os estoy contando esto.

Es una gran mentira, me refiero a que he mentido sobre la persona que se va a casar con ella.

Victoria es la afortunada y ambas no pueden estar más felices.

Me parece una gran locura casarse a su edad. Son muy jóvenes, pero, si lo piensas, realmente no hay edad para el amor, así que, ¡que vivan muy felices!

—¿Estás seguro de que te gustan las botas? ¿No son muy negras? —me pregunta insegura viendo las botas que se ha probado. Ahora las sostiene con las manos y suspira.

—Son muy similares a las de Vic, pero le dan un aire a las de Damiano. Usa las mismas botas en casi todos los conciertos. He intentado quitárselas y así las uso algún día, pero nada. ¡No me deja! —digo y ambos reímos—. Pero sí, me gustan mucho, Coraline. Tienen plataforma, tacón y unos cordones muy bonitos.

Stella |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora