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Stella

—A saber dónde está tu padre, pequeña —le digo a Felice mientras me mira acostada en el sofá de la casa de Coraline y Victoria.

Ya han pasado cuatro meses desde que Damiano y su familia se han ido del país.

Cuatro meses desde que los miembros de la banda están estresados porque no consiguen trabajo.

La banda no sigue adelante sin su vocalista, el cual ha cambiado de número de teléfono y no podemos contactar con él.

No sabemos nada de la familia David.

Thomas pasa más tiempo con nosotras y soy yo la que tiene que cuidarlo cuando está llorando.

Se agarra a mi cuerpo como si estuviera a punto de caerse al suelo.

Siempre abrazo a mi novio cuando busca compañía y amor.

Esta semana no está apareciendo mucho por casa.

No lo estoy viendo últimamente.

Además, llega tarde a casa y se mete en la cama buscando mi cuerpo.

Anoche olía a alcohol.

Besó mis labios y me abrazó hasta quedarse dormido.

—Voy a seguir estudiando para luego ser famosita. ¿Te imaginas? —dice Coraline colocándose al lado de mí.

—Compraría tu ropa. Coraline, la diseñadora de moda —digo riendo y moviendo mis manos. Abrazo a mi amiga.

—Suena muy bien —ve a mi hija sonriendo—. Tengo que pensar en hacer cositas para Felice. ¿Qué te parece? Además, si me das un euro, te mato.

Reímos y vemos a Victoria aparecer en el salón.

Acaba de llegar a casa.

Tira la chaqueta en el sillón. Suspira como si tuviera un gran peso en la espalda y no pudiera más con el día a día.

Cuando me ve, sonríe un poco. Le devuelvo la sonrisa.

La banda está destrozada porque su amigo se ha ido.

Me han llegado noticias de Victoria gracias a Graziella.

Coraline no me ha contado nada sobre su mujer.

Y sé que Graziella cuenta verdades.

Ha visto a su madre en el suelo llorando y teniendo un bote de pastillas a su lado.

Graziella le quitó las pastillas. Aún las tiene escondidas.

No piensa dárselas.

Estuvo llorando con Victoria aquella mañana de un sábado en el baño de su casa.

La pequeña le pedía que siguiera viviendo y que no cambiara.

Que siguiera siendo ella misma sin estar con Damiano.

Al principio, Victoria se enfadó con su hija porque la pequeña de seis años le quitó su bien más preciado: las pastillas que le relajaban y dejaban que viviera algo más tranquila.

Victoria ve a Felice y ríe al verla.

—¡Pero qué grande está! —dice y coge a la pequeña de la familia—. Hola, cariño.

Sonrío al ver a mi amiga.

Sé que está algo mejor porque todos los días acude a terapia y se comunica con las demás personas.

Mientras, Coraline trabaja en una tiendita de instrumentos y se lo pasa muy bien con Victoria, Thomas y Ethan hablando de los distintos instrumentos mientras Graziella le pide a Ethan que le deje tocar su batería o que, al menos, le enseñe a tocar con un ritmo.

Cojo mi móvil y llamo a Thomas, pero no contesta.

—¿No sabes dónde está? —me pregunta Victoria sujetando a Felice mientras la pequeña se lleva una mano a la boca mojando un poco el brazo de mi amiga con sus babas.

Niego y Coraline acaricia mi espalda besando mi mejilla.

—Habla con él cuando vuelva —me pide Victoria y asiento.

Voy a llorar.

—Lo haré —digo y cojo aire. Veo a mi pequeña y sonrío un poco—. ¿Podéis quedaros con Felice? Voy a tomar un poco el aire.

Asienten y camino por el pasillo.

Estoy a punto de salir de la casa, pero una melodía suena desde el estudio.

Me acerco allí y veo a mi cuñado con una guitarra. Sentado en el sofá.

Toca una melodía triste.

Me acerco a él y deja la guitarra a un lado rápidamente.

Me sienta en su regazo y lloro al sentir su cuerpo y sus manos tocando mis piernas y mi cintura.

—Todo irá bien —me dice—. Stella, Thomas estará más tiempo con vosotras. Sois una familia muy bonita.

—Te tengo envidia —le digo cuando paro de abrazarlo. Me mira con cariño mientras está confuso.

—¿Cómo que envidia?

—Vives felizmente con mi hermano y siempre te veo sonreír. Vosotros dos y Coraline sois los más felices ahora mismo. Te tengo envidia. Una gran envidia.

Sonríe teniendo lágrimas en los ojos.

—Stella, escúchame —miro a Ethan. Una lágrima cae por su mejilla—. ¿Quién te ha dicho que los tres estamos felices de verdad? Te voy a decir una cosa. En esta familia alguien tiene que animar a los demás.

—Quiero cuidaros, pero me siento muy débil —cojo aire, pero acabo sollozando. Muevo mis manos delante de mi rostro intentando tranquilizarme—. Esta situación es muy difícil. Espero que mi hermano no aparezca oliendo a alcohol en vuestra cama. Y, si es así, dímelo que estoy lista para pegarle.

Ambos reímos entre lágrimas y besa el dorso de mi mano.

—¿Quieres dormir esta noche en mi casa? —me pregunta.

Ese día solo empeoró más.

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Holaaa.

Y ya empiezan las cosas tristes... Todo será triste a partir de ahora.

Lloraremos, sí.

Thomas, tienes que estar más tiempo con tu familiaaa. Gracias.

¡Nos vemos!

Stella |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora