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Stella

Abro la puerta de la casa de mis padres y encuentro su rostro, otra vez, con heridas.

Su pelo rubio está desordenado.

Tiene ojeras y parece que no está durmiendo nada.

Una brisa de aire aparece y huelo un gran olor a tabaco tanto en su piel como en su ropa.

Controlo mis ganas de llorar al verlo así de destrozado.

Controlo mis ganas de llorar porque sé que ya no está conmigo.

De su bolsillo trasero saca un sobre doblado a la mitad.

Me lo entrega.

—¿No quieres pasar a verla? —le pregunto sosteniendo el sobre con dinero para nuestra hija que tiene ya dos años.

—¿Por qué debería, Stella? —me pregunta antes de encender un cigarro delante de mí—. ¿Estás segura de que me quiere ver o son ilusiones tuyas?

Muerdo mi labio inferior controlando mis lágrimas.

—Nos vemos, Thomas.

—Adiós.

Cierro la puerta una vez que he entrado y veo como camina sin rumbo alguno gracias a la mirilla de la puerta.

Suspiro y dejo que varias lágrimas se deslicen por mis mejillas.

Por lo menos Felice no me puede ver porque está jugando con mis padres.

Pestañeo y escondo mi rostro entre mis manos.

Lloro en silencio recordando lo que ha pasado en estos últimos meses.

Le han roto la nariz a Thomas y ha estado varios días hospitalizado después de la paliza que ha sido grabada por las cámaras de seguridad de aquel establecimiento.

Siguió trabajando en ese local después de recuperarse, pero ya no era el Thomas del que me enamoré.

Ha cambiado desde que le pegaron.

Se ha convertido en una persona negativa que odia a la vida. Con esto me refiero a que no se interesa por mí ni por nuestra hija, la cual es la más importante aquí.

No ha querido verla estos meses.

Ni ha acudido al cumpleaños de la pequeña.

Gracias a los regalos y la fiesta, mi familia, mis amigos y yo pudimos animar a Felice.

Sé que no estaba bien.

La niña es muy lista.

Supo que su querido padre no estaba en su fiesta de cumpleaños número dos.

Recuerdo como se echó a llorar después de que acabásemos de cantar el cumpleaños feliz.

No sopló la vela número 2. No aplaudió feliz.

Sabía que su querido Thomas no estaba presente y esto le hacía daño a su pequeño corazón.

Thomas se encarga de darme dinero para mantener a nuestra hija.

Sabe que es suya y que el dinero es necesario.

Además, se ha quedado con nuestra casa porque me he mudado a la casa de mis padres con Felice.

Quise alejarla de su padre, el cual fuma mucho, bebe y toma unas cuantas drogas.

Tenía miedo de que Thomas se descuidara y dejara a la niña sola cerca de todas estas sustancias.

Stella |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora