En multimedia: Sam Smith - One last song
El impacto de nuestros labios llega desesperado y siento que el alma me regresa al cuerpo luego de tanto tiempo sin ella. Entonces lo recuerdo todo. El cómo era besarlo hace meses atrás. El cómo era dejar que me hiciera el amor q cualquier hora del día. Nuestras lenguas se reconocen casi de inmediato y hay un momento en el que mis labios tiemblan sobre los suyos. Mis lágrimas salen y cuando llevo mis manos a sus mejillas las siento húmedas. Está llorando.
En cuestión de segundos acaba con mi esfuerzo para alcanzarlo y me toma de los muslos para subirme a su cadera hasta que se sienta en el sofá conmigo a horcajadas. No sé si sea lo mucho que lo he extrañado, pero he jadeado al sentir lo duro que está a través de la tela de su pantalón. Se siente extraño estar así ahora, pero es la primera cosa que siento correcta desde que regresó.
Sus grandes y suaves manos se adentran en mi abrigo y vagan por mis costados llegando casi a rozar mis pechos. Jadeo demasiado alto a pesar de que no está haciendo gran cosa. Lo necesito. Y no sé si eso esté bien ahora, pero realmente lo hago. Sé que trata de controlarse, porque a pesar de que estoy moviendo mis caderas sobre él, no hace como desvestirme, sólo me toca.
Desvisteme, Adam.
Sé tú.
Meto mis manos dentro de su camiseta y la saco. El poco contacto visual que hemos hecho me deja claro que se está conteniendo. La vena de la frente se le marca y me mira con deseo, pero al mismo tiempo con unas incontrolables ganas de quitarme de encima. Lo beso y mis caderas se mueven, pero Adam aprieta mis muslos con fuerza.
—Elle... —sacude la cabeza—, no es así como quiero recuperarte.
—Lo sé —suspiro—. Pero te necesito.
Se muerde el labio y sube sus manos por mi cuerpo hasta acunarme el rostro.
—Vas a echarme luego y no quiero eso. Pasito a pasito, Elle, esto puede esperar.
Ahora soy yo quien sacude la cabeza.
—No hay que esperar. Y no voy a echarte —murmuro a centímetros de sus labios. Honestamente las palabras me toman por sorpresa, porque no sé qué tal real sea eso, pero ahora que lo he dicho no puedo retractarne—. Lo prometo.
Sus ojos me inspeccionan, como si tratara de descifrar qué tan cierto es lo que digo.
—Lo prometo —repito—. Por favor, sólo bésame.
No tengo que repetir eso.
Se relame los labios y entierra sus dedos en mi cabello antes de acercarme y hacerme caso. La forma en la que respiro es casi asfixiante, porque no puedo hacerlo correctamente mientras me besa de ese modo. Yo misma me llevo las manos al borde del abrigo y lo saco sobre mi cabeza. Llevo sólo un pequeño y fino top deportivo, así que pezones se ciñen a través de la tela. Duelen tanto con cada roce que dan a la tela que quiero quitármelo.
—Te extrañé tanto, Adam —digo, con la voz quebradiza. Estamos jadeando.
—También te extrañé, amor.
Mis manos bajan hasta su cinturón y lo suelto. Rápidamente también suelto los botones de sus vaqueros y los abro. Hay un suspiro tembloroso que se me escapa cuando lo siento a través de la tela de su bóxer. Durante todo estos meses no he tenido sexo con alguien. Ni siquiera he tenido un orgasmo. No es lo mismo tocar tu propio cuerpo a que otra persona lo haga. Es completamente diferente, así que no es extraño que lo desee tanto ahora después de tanto tiempo sin él.
ESTÁS LEYENDO
Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...