En multimedia: Ella Henderson - Yours
-Me está comenzando a gustar esto -me dice Adam, mirando nuestras manos entrelazadas mientras caminamos hacia el Privilege.
-¿Qué exactamente?
-Andar de tu mano.
Recuerdo lo tenso que estaba en el museo, que fue la primera vez que hicimos esto hace un par de días. Su mano está totalmente relajada y es irónico tomando en cuenta que el club está abarrotado, pero Adam luce como si hubiéramos hecho esto ya muchas veces antes.
Sonrío. -¿Eso es bueno o es malo?
-No lo sé, pero se siente jodidamente bien. Quiero hacerlo todo el tiempo.
Adam me guía hacia su camerino a través de la gentey cierra la puerta. Aún se logra escuchar la música a todo volumen y el bullicio de las personas, pero no tan ensordecedor como se escucharía estando afuera, con ellos. Me recuesto al escritorio y estoy a punto de decir algo cuando todas las palabras se me quedan atoradas en la garganta. Adam se despoja de su camiseta sin más y me deja ver ese perfecto abdomen trabajado y todos esos tatuajes que decoran su piel que yo ya he podido tocar hace un par de días. Adam me observa de reojo unos segundos, antes de sonreír.
Se zafa los vaqueros y cuando comienza a bajarlos comprendo que aunque quiero seguir mirando será mejor que no lo haga y giro mi rostro hacia la pared. Su risa ronca se escucha a pesar del ruido y me río también. Es un tonto.
Termina de cambiarse y lentamente se acerca a mí. Me acaricia el cabello y sonrío. Me gusta cuando lo hace, cuando me acaricia con delicadeza.
-¿Podrías? -me tiende unas vendas blancas.
Me sienta en el escritorio y tomo una se sus manos y comienzo a envolver sus nudillos.
Quiero pedirle que no pelee, que no me gusta verlo lastimado, pero comprendo que es a lo que se dedica y no hay nada que pueda hacer en contra de eso. Acabo con sus manos y pronto me acuna el rostro y sin más preámbulos me besa. He deseado que lo haga.
Mis manos van a sus caderas y aunque quiero dejarlas ahí estancadas no puedo, las deslizo por su abdomen, pectorales, hombros, brazos y sentirlo sonreír sobre mis labios me enloquece un poco más porque quiero creer que le gusta. No soy una experta en lo que hago, pero tampoco soporto aguantarme el hormigueo por sentirlo.
En menos de un segundo todo se descontrola. Sus manos vuelven a entrar en mi blusa un poco holgada y esta vez sí llevo sujetador, pero eso no es impedimento. Con una de sus manos me toma del trasero y me acerca más a él, más hacia el borde del escritorio. Me muerdo los labios cuando siento su miembro a través de la tela y eso sólo me confirma que realmente está tratando de controlarse. Está tan duro.
Las imágenes que pasan por mi cabeza sólo lo empeoran todo. Imaginarlo haciéndome locura tras locura me eriza la piel y me pongo nerviosa y quiero reírme. Mi cabeza no maquinaba pensamientos como esos antes de él. Me besa de forma lenta y pausada y en cuanto se aleja de mí un poco, suspira. Nuestras frentes están unidas y sus pulgares están acariciándome las mejillas y aunque quiero pedirle que continúe, comprendo que yo también debo controlarme, tengo que dejar de ponérselo tan difícil.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...