Me siento hecho polvo, el cuerpo me duele, pero sé que ha valido la pena. Ganamos mucho dinero después de la pelea. Muchas personas apostaron por mí y mi paga fue tan grande que ni siquiera se me ocurre en qué gastarme tanto dinero, como todo el tiempo.
Me coloco un pantalón gastado y una camiseta y salgo al balcón con una petaca en la mano y un cigarro en la otra. Doy una larga calada antes de tomar un trago.
No imaginé, jamás, terminar así a como estoy ahora. Sé que la vida que llevo probablemente no entre en el sueño de nadie, pero es el mío. Ya no vivo bajo la sombra de mi padre. Ahora nadie me hace daño. Ahora estoy bien. Mentiría si dijera que a veces no pienso en ellos, en cómo están, qué estarán haciendo, pero no es muy a menudo, ni tampoco es algo que consuma mi mente. Todo ha ido bien desde que dejé mi pasado atrás.
Doy las últimas caladas antes de botar el cigarrillo y entrar de nuevo al departamento. Me hecho agua en la cara y lavo mis dientes antes de acostarme de una vez.
Aún es temprano, pero no quiero escuchar a Isaac reclamándome por no ayudarle en el estudio mañana.
He estado ocupado con las peleas estos últimos días y lo he dejado solo en el estudio desde entonces. Sé que no es bueno de mi parte hacer eso, soy su amigo y entre los dos mantenemos el local, no es justo dejarlo solo, pero el trabajo que me mantiene no es ese, y él lo sabe. Trabajo con él tan sólo para tener un dinero extra y ayudarle, pero realmente no se compara a lo que gano siquiera en una noche en el Privilege.
Dejo la petaca en la primera gaveta de la mesa de noche y cierro los ojos. Caigo dormido.
Miro la hora en el despertador. Es casi medio día.
Tomo el teléfono y en cuanto veo el nombre de Isaac en la pantalla no contesto. En su lugar, me levanto como si la cama quemara y me ducho.
Creo que desde ya puedo escucharlo decirme lo bastardo que he sido por ni siquiera dar señales de vida. Sabe a lo que me dedico, sabe que no puedo dejar las peleas y que me mantienen ocupado. Lo sabe porque él conoce perfectamente todo eso. Lo sabe porque fue él quien me metió en ello. También lo sabe porque estuvo tan metido en las peleas a como lo estoy yo ahora hasta que decidió conseguirse un trabajo y construir el estudio.
Ni siquiera como algo, salgo pitado del departamento y mientras toco los botones del ascensor me entra otra llamada de él nuevamente.
—Sé que no puedes vivir sin mí, pero relaja las pelotas. Voy de camino.
Sé que no debería molestarlo, de seguro quiere matarme ahora mismo.
—¿Quieres explicarme por qué carajos no respondes?
—Eh, que no eres mi mujer —el ascensor se abre y entro de una vez.
—No seas imbécil, Adam. He estado solo todos estos días, si no quieres regresar sólo dímelo y le doy el trabajo a alguien que lo necesite.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...