Cuando escucho las detonaciones, no dudo en tirarme al suelo y cubrirme los oídos. Mi cuerpo tiembla de miedo y no tengo idea de lo que ocurre.
¿Es Adam? ¿La policía está aquí?Los disparos comienzan a escucharse dentro de la casa y comienzo a llorar. La puerta de la habitación se abre y siento un poco de alivio al ver a Ben con un arma viniendo por mí. Me toma de los brazos y me sienta en la cama, antes de hacerme pasar un brazo por sus hombros y tomarme la cintura para ayudarme a caminar.
—¿Qué... ¿A dónde me llevas?
—Me han pedido que la escolte a uno de los autos.
—¿Qué? —me detengo y tira de mí— ¿Escoltarme? ¿A dónde iremos? ¿A dónde me llevas?
—Camina.
—¡No!
Antes de que pueda pensar bien lo que voy a hacer, le lanzo una patada en una pierna y Ben cae al suelo. El arma que sujetaba cae a mis pies y tardo en reaccionar antes de tomarla y salir corriendo de ahí renqueando.
Ben me grita desde la habitación que regrese, pero luego escucho sus pasos viniendo por mí. No me detengo. Mis piernas queman y mis costillas duelen mucho todavía. No sé hacia donde voy, ni dónde está la salida, sólo corro. Caigo de bruces al suelo cuando a una ventana que estaba cubierta a mi izquierda es hecha añicos y los vidrios terminan impactando contra mi piel. Duele y mucho, porque se me han incrustado.
El arma se me ha caído.
Intento retirar los vidrios de mis brazos, pero el dolor aumenta y la sangre chorrea por mis brazos. Me apoyo de la pared para ponerme en pie y seguir mi caminando. Sin embargo, en cuanto me giro para tomar el arma, hay un pie sobre ella y lo siguiente que sé, es que estoy en el suelo de nuevo.
Me han dado un rodillazo en el mentón.
—¿Ibas a alguna parte, muñequita?
Toma el arma de suelo mientras me mira.
Ni siquiera me da tiempo de quejarme, me toma del cabello y me levanta un poco y aunque intento zafarme, es inútil, me tiene bien tomada. Estoy tan débil.
—Te dije que iba a matarte.
—Stella —me quejo—. Por favor, no hagas esto.
—¿De verdad estás suplicando?
—La policía está aquí, puedes huir aún. No tienes que hacer esto, yo no voy a delatarte, Stella, lo juro. No diré nada.
Me suelta el cabello con brusquedad y da unos cuantos pasos.
Hay un gran trozo de celosía a tan sólo unos centímetros de mí, pero sé que en cuanto intente tomarlo agotaré mi tiempo, porque Stella es indudablemente más rápida que yo en estos momentos. Ni siquiera tengo fuerza para estar de pie, no puedo cometer una imprudencia ahora.
Stella se acuclilla a mi altura y aparta mi cabello, todavía en silencio y mirándome. Me lo pienso mucho antes de hacer lo siguiente.
Con la fuerza que me queda echo mi cabeza hacia atrás para impulsarme hacia adelante y darle justo en la nariz. Stella cae sentada y el arma ya no la tiene a la mano. Me duele la cabeza y me toma un par de segundos recomponerme para tomar el arma a rastras sobre el suelo.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...