Capítulo 34| Adam

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—Entiende que simplemente no podemos ir ahora mismo hasta allá. Tu novia te lo ha dicho, hay muchos hombres. Macon controla la organización, es un fugitivo. Hemos intentado capturarlo por meses, pero no teníamos la menor idea de que iba de la mano con esa banda de criminales. Estamos elaborando todo un operativo para que el plan salga bien y que ambas partes salgan ganando, no se trata únicamente de recuperar a esa chica, a tu novia, sino de que nosotros necesitamos capturarlos, ¿Lo entiendes? —me explica Don y aunque sé que tiene razón, no puedo evitar odiarlo justo ahora.

Han ido detrás de Macon por mucho tiempo y sé que capturarlo es realmente el objetivo para ellos,  pero tienen que comprenderme.

—¡Entonces haz algo! Comience a trabajar con sus oficiales de pacotilla, pero no me pida que espere pacientemente cuando no los veo que les interese ayudar. No es cualquier persona a quien tienen cautiva.

Suspira.

—Lo entiendo, Adam, pero no podemos actuar ahora. Sólo te pido que, por favor, hagas caso y te dirijas con más respeto sino mis oficiales te sacarán de aquí.

—¿Qué es lo que quieres? Les he dado la suficiente información para que actúen, maldición. Ustedes mismos escucharon a mi novia, está secuestrada. La han golpeado y torturado. ¿Quieres dinero? Puedo pagar el doble de lo que ganas aquí, pero por favor, necesito ir por mi mujer. Ahora.

—Adam, no puedes pretender que me lleve a muchos de mis hombres a Port Moody sin un plan de contingencia bien elaborado sólo porque así lo quieres ni mucho menos porque propones pagar por nuestros servicios. Es nuestro trabajo, pero necesito que entiendas que al menos ahorita no podemos ir hasta allá —lo miro por mucho tiempo porque realmente siento que no está comprendiendo, que no está escuchándome. Ahogo una risa.

—Supongo que tendré que hacerlo solo.

—¿Qué? —se pone de pie de inmediato— No hagas nada que arruine la captura, ya los tenemos. Tienes que comprender que simplemente no podemos ir hasta terminar de montarlo todo. Y tú puede ser detenido por intervenir.

—Que sea por una buena razón, entonces.

—¿Qué? Adam... ¡Maldición! ¡Vuelve aquí!

No lo escucho, sólo salgo pitado de la comisaría. Me subo al auto y la llantas chillan contra el pavimento cuando acelero.

Las manos me sudan y aunque no es el mejor momento, me permito llorar un poco, no sé si de enojo, impotencia o frustración. Supongo que por todas.

Subo las escaleras de dos en dos y aporreo la puerta para que Isaac me abra y lo hace. Entro al departamento y camino de un lado a otro. Lo que sea que vaya a decirle sé que va a apoyarme, tiene qué, maldición, tiene qué.

—¿Qué ha pasado? ¿Han dado con su paradero?

Asiento frenéticamente con la cabeza. —Pero necesito tu ayuda.

—Adam... —me mira con desconfianza.

—Necesito ir por Elle.

Su expresión vacila. Es una completa locura lo que le estoy pidiendo, pero no puedo esperar, no quiero.

—¿Ir? —se ríe— ¿Pero qué dices, Adam? Deja que la policía se encargue.

Bajo el cielo de VancouverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora