Recuerden que esto es sólo un borrador. Lo he corregido un par de veces, pero soy humana y es posible que haya uno que otro error. A pesar de ello, deseo que lo disfrutes.♡
Pd: El libro fue escrito hace años [2016, para ser exacta], así que evidentemente tanto mi escritura como narrativa no son lo mejor ni se comparan a la que tengo ahora. Lo he corregido, pero no puedo hacer mucho con algo escrito de principio a fin a menos de que lo borre y lo escriba de cero y créanme, es trabajo difícil.
~*~
Miro la hora en mi reloj de muñeca por quinta vez y no hace falta que lo mire una sexta, sé que llegaré tarde a mis clases de pintura, otra vez. Apenas y me miro de pasada en el espejo y me doy cuenta de que mi cabello es un desastre total, igual que toda yo.
Intento hacerme un moño mal hecho, pero es imposible y ni siquiera puedo hacerme una coleta decente. Cortarlo por sobre los hombros fue un error, uno gravísimo, al igual que mudarme sola a un departamento. Ciertamente en algún punto de mi vida debía mudarme sola o al menos irme de casa de mis padres. Quiero decir, la mayoría lo hacen cuando llegan a la universidad. Sin embargo, realmente, lo único malo de mudarme, es no tener a mamá conmigo. Mamá solía ser mi despertador en casa y así me evitaba mucho este tipo de carreras y desastre personal.
He vivido en Vancouver toda mi vida y hace dos años mis padres me regalaron un departamento en el centro de la cuidad bastante cerca de la universidad, era eso o quedarme en casa. Y, adoro a mis padres, pero fui esa clase de joven que anhelaba volar sola, aunque no tuviese la menor idea de cómo hacerlo. La idea de que el departamento lo paguen ellos continúa sin gustarme del todo, quiero decir, tengo veinte y aún podría decirse que vivo a costa de mis padres y eso, en definitiva, no me parece correcto.
Me sirvo un vaso con leche, pero las manos me tiemblan tanto que termino regando un poco de ella en el desayunador. Sólo tengo diez minutos para llegar. Tomo lo más rápido que puedo y termino tirando el vaso en el lavadero. Cojo una toalla de papel para limpiar el charco, pero sólo lo coloco sobre el desastre que he hecho.
—Lo limpiaré después —es lo único que digo antes de correr a la sala y coger mis cosas.
Camino rápido hasta el ascensor y me parece que nunca había ido tan lento como hoy. Ni siquiera dejo que se abra del todo. Salgo pitada de él e incluso mi bolso se ha quedado atorado en las puertas por no esperar.
Mis mañanas no suelen ser así, quiero decir, no todas. Sólo casualmente los miércoles y aún continúa siendo un total misterio para mí.
Camino apresurada hasta el estacionamiento de al lado. Busco mi teléfono en mi bolso y me quedo quieta un segundo antes de echarme correr de regreso al ascensor. Presiono más veces de lo normal el botón del ascensor como si eso hiciera que fuese más rápido y miro a los lados y termino sonriéndole al señor de recepción para que deje de mirarme como si estuviera loca.
—Vamos, abre —susurro—. Abre, abre —presiono el botón nuevamente repetidas veces hasta que timbra.
Doy el primer paso para intentar pasar, cuando choco abruptamente contra algo. Un chico ha salido del ascensor el doble de apresurado que yo y ha terminado chocando conmigo. El ruido del golpe que hace mi celular contra el suelo ni siquiera lo hace girar y disculparse como haría una persona educada. Y mi boca está tan abierta que me duele la quijada.
Me quedo más tiempo de lo normal mirándolo, esperando que gire o se regrese, pero nunca pasa. Sacudo la cabeza y recojo mi móvil del suelo con cuidado y lo giro muy lentamente como si eso solucionara lo que probablemente ha sucedido. La pantalla se ha quebrado un poco e intento encenderlo y es inútil.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...