Estoy en el balcón mirando las últimas señales de claridad en el cielo, cuando escucho el portazo de la puerta principal y posteriormente el grito de Amanda desde la sala.
—¡Noche de chicas!
—¿Noche de chicas? —pregunta Tamara, saliendo de la habitación. Tiene un moño mal hecho en la cima de la cabeza y sus lentes puestos. De seguro estudiaba.
—Si, noche de chicas —repite y me cruzo de brazos aún en la marco del balcón—. Jack nos ha conseguido entradas en el Privilege.
—¿En el qué?
—¿Es un club o algo así? —secunda Tamara.
—Algo parecido —se tira en el sofá con las piernas sobre el reposa brazos—. Es un lugar de peleas clandestinas.
Está quitando la envoltura a un chicle y miro como mete la basura en el borde del sofá. Estoy tan sorprendida que ni siquiera le reclamo por eso.
—¿Has enloquecido? —me exalto— No iremos ahí.
—Elle, ¿Por qué no?
—Peleas clandestinas, Amanda. ¡Peleas clandestinas! —repito— Suelen haber redadas en esos lugares, la policía llega constantemente a requisar, siempre todo termina en problemas ¡Es peligroso!
—¡Por favor! Somos mayores de edad, no nos va a pasar nada. Claro que esos clubes tienen su lado oscuro, pero mientras no nos encuentran nada ilegal a nosotras estaremos bien.
Me parece increíble como todo se lo toma a la ligera.
Sacudo la cabeza con decisión. —Yo no iré —digo— y dudo que Tamara vaya, ¿Cierto, Tamara? —la presiono. Pero se queda callada.
—Vamos, Elle. ¿Cuándo hemos hecho algo así de divertido? —me pregunta— ¡Nunca!
—¿Por qué no podemos ir a otro sitio menos problemático? A lo mejor hacer una pijamada aquí, ir a un bar o...
—Porque hoy estará de locos. Casi toda la universidad estará ahí.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque no han dejado de hablar de Jenkins y Monstruo desde que se anunció la pelea. Anda, será divertido. Di que sí —me suplica.
Miro a Tamara un segundo, sigue callada. No quiero parecer una aguafiestas y ciertamente Amanda tiene razón con "nunca hacemos cosas divertidas", pero no así. Esto no es algo que solemos hacer.
Me lo pienso unos segundos, aunque sé que para el final de la noche acabaré cediendo.
—¡Bien! De acuerdo —me rindo—. Iremos.
Amanda pega un chillido.
—Jack nos está esperando, será mejor que comiencen a alistarse —informa y camina directo a mi habitación.
—Creí que dijiste que era de chicas —le digo.
Sigue caminando hasta que finalmente la pierdo de vista cuando entra. Entonces al cabo de unos segundos grita:
—No iremos solas, es peligroso.
Y me parece una broma de mal gusto.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomansaElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...