Honestamente me siento desequilibrado, como si este no fuese yo, como si algo estuviera cambiando y es que, en realidad, es así. Todo está cambiando.
Hablar de mi familia con Elle se ha sentido como el desahogo que nunca tuve y había necesitado. Fue cómodo. No se sintió tan mal como creí.
Me ha hablado de su familia. Ha tenido una vida tranquila, por suerte. Sus padres viven a una hora del edificio y sobre su carrera y lo que hace ya sabía un poco. Me ha hablado de su fascinación por el piano y la pintura. Lo hace desde pequeña.
Me resulta impresionante que, teniendo tantos años en esto, sea insegura con lo que hace.
Sus ojos cafés me miran y sonríe. Estamos en el ascensor. Le regreso el gesto justo antes de que las puertas metálicas se abran. Pero no salimos de inmediato. Elle se ha quedado estática por unos segundos mirando hacia el pasillo y hago lo mismo y mi ceño se frunce. Hay un tipo frente a la puerta de su departamento y en cuanto ve a Elle, sonríe como un imbécil.
Elle camina hacia él después de mirarme confundida y hago lo mismo e incluso por alguna razón permanezco muy cerca de ella.
¿Y ese quién es?
—¿Shaen?
—Elle.
La saluda con demasiada alegría y mi mandíbula se tensa. No deja de mirarla.
—¿Qué haces aquí?
—Has dejado tu libro —se lo tiende y Elle parece confundida porque no lo acepta enseguida.
—Gracias —me mira de reojo.
Bien, se lo ha dado, ¿Por qué no se va?
—No recuerdo haberte dicho nada sobre la dirección de mi apartamento —reconoce con inseguridad y me mira como si yo tuviera la respuesta.Mis sentidos se ponen alerta—. ¿Cómo supiste dónde vivo?
Evidentemente están teniendo una conversación en mis narices como si yo no estuviera y comienzo a sentirme incómodo.
—Me he encontrado con Tamara y se lo he preguntado.
—¿No has podido dárselo a ella sin necesidad de venir hasta nuestro departamento? —le suelto la pregunta, un poco obstinado.
Nuestro. He dicho nuestro. Elle me mira con los ojos muy abiertos y a mí me comienzan a sudar las palmas porque sigo sin procesar el hecho de que he dicho nuestro.
—Adam... —me susurra Elle, pero yo quiero que se vaya.
—He querido entregarlo personalmente, es todo —me mira fijamente e incluso podría jurar que se ha erguido.
—No era...
—Bien, si eso es todo ya puedes dejarnos a solas —la interrumpo, y sin medir lo que hago la tomo firmemente de la cintura. Los ojos de Shaen se van directamente hacia ese punto.
Hacer esto no me hace sentir mejor. Sé que lo estoy arruinando, pero cuando el tipo finalmente se marcha, no puedo evitar sonreír.
—Shaen...
Las puertas se cierran y Elle se queda inmóvil unos segundos. Estamos a solas y no dice ni media palabra.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...