Una audición en Juilliard.
¿Acaso se puede amar tanto a una persona?
Le he hablado a mis padres sobre ello y por supuesto que mamá ha enloquecido. Me han pedido llamar cuando aterricemos, después de la audición y que les visitara el fin de semana para hablar conmigo. También me ha pedido llevar a Adam, pero todavía no le he dicho algo sobre eso.
Me pone nerviosa que conozca a mis padres, y sé que eso lo pone nervioso también.
Las chicas, antes de irme, me han contado cómo planearon todo. También he tenido un par de horas para practicar. Honestamente, siempre había tenido creado un repertorio personalizado. Le llamaba repertorio de emergencia porque muy en el fondo tenía la esperanza de algún día tener un concierto o ir a una audición. Ahora lo voy a poder usar.
Hemos madrugado para no perder el vuelo y estar media hora antes en el aeropuerto. Una hora después anuncian el vuelo Vancouver - Nueva York y es nuestro turno de subir al avión. Nunca he viajado, es la primera vez que lo haré y eso me emociona mucho.
El viaje no se me hace extenso ni cansado, he dormido las casi cinco horas de vuelo al igual que Adam. Tomamos un taxi que nos da un pequeño recorrido de Nueva York camino al hotel y quiero besar a Adam hasta que se me duerman los labios de todo lo que me está haciendo sentir ahora mismo.
Ni siquiera logro creer que esté realmente aquí y que hoy mismo vaya a audicionar en el conservatorio. Parece una mentira.
Una parte de mí quiere disfrutar esto, pero hay algo que me mantiene realista con todo lo que está sucediendo. Sé que el viaje nos ayudará a relajarnos un poco, sólo un par de días, ser sólo él y yo sin el verdadero problema, pero ver a Adam haciendo todo esto por mí sólo me hace sentir como una mala persona por mentirle tanto tiempo.
Mientras recorro el lugar que tiene una vista perfecta hacia la ciudad una vez hemos llegado a nuestra pieza, Adam deja las maletas y se acuesta en la cama con los brazos cruzados detrás de la cabeza mientras me observa. Recorro todo y el último lugar es el baño. Hay una bañera y la regadera y todo brilla tanto que me da una lástima tocar alguna cosa. Las toallas son de algodón y los jabones huelen exquisitos.
Me recuesto al marco y miro a Adam fijamente. Él hace lo mismo, sólo que se apoya con el codo ladea la cabeza luego de un rato.
—¿Debo preocuparme de que me mires así?
Sacudo la cabeza. —Sólo buscaba a qué te refieres cuando dices que merezco a un tipo correcto —me siento a la orilla de la cama—. Si existe un hombre para mí ese eres tú.
Sus dedos apartan mi cabello y toma mi mentón para que lo mire.
—Quiero creer que te hago feliz, Elle.
—Lo haces. Sin esto, sin sorpresas ni regalos, lo haces.
Me hace un hueco entre sus piernas para que me meta ahí y lo hago. Mi espalda se recuesta a su pecho y besa mi cuello.
—¿Qué me has hecho mujer? Yo no era este tipo hace dos meses atrás.
—Dos y medio —le corrijo— ¿Extrañas el antiguo Adam?
—No. Me gusta esta versión, sigo sintiéndome estúpido en ocasiones, pero lo vale por ti.
Me río.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...