Aunque el impacto llega con fuerza, sus labios son realmente suaves. Hay un instante, justo cuando me ha besado, en el que he jadeado de sorpresa. Me ha costado recuperar el aliento después de eso.
Adam suelta mi cabello para tomarme de los brazos y hacernos cambiar de lugar. Ahora mis pantorrillas no tocan la mesa. Sin embargo, me hace retroceder tantos pasos que no entiendo qué pretende, hasta que jadeo cuando mi espalda impacta contra la pared. Sus dedos vuelven a enterrarse en mi cabello y yo dejo de ser consciente.Mis manos están inmóviles. Hay una alrededor de su muñeca, mientras la otra está inerte a mi lado.
Adam tira de mi labio con sus dientes, demasiado deseoso y mi cuerpo comienza a palpitar. Me está aniquilando y ni siquiera está tocándome. Aprieto el agarre en su muñeca y me pongo de puntillas para alcanzar más su boca, pero segundos después Adam se encarga de acabar con mi esfuerzo.
Se agacha lo suficiente y sus manos toman la parte posterior de mis muslos y me sube a su cadera. Mis pies se enredan detrás de su espalda y gimo cuando aprieta su cuerpo contra el mío, como si tuviese intenciones de que traspasemos la pared. Sus besos descienden a mi cuello y sus manos suben a mi trasero.
Vuelvo a jadear en silencio.
No me doy cuenta de cuánto deseaba esto hasta que soy yo quien le toma del rostro y lo regreso para que continúe besándome.
Sus labios se sienten bien. Tanto, que por un segundo me olvido de todo. Pero no lo suficiente.
—Adam —murmuro, pero no responde—. Adam, espera.
Pero no se detiene.
Sus labios reclaman los míos y mis manos pican por tocarlo, pero no lo hago.
—Adam, espera, ¡Basta!
Me muevo contra su cuerpo, hasta que consigo hacerlo detener.
—Bájame. Por favor —susurro, porque estoy comenzando a debilitarme con mi decisión.
—No tienes idea, Elle —dice, cerca de mis labios, mirándolos—. No tienes, ni por asomo, una idea de todo esto.
Suena tan afectado que siento cosquillas en mi espalda. Luce perturbado y rabioso, pero no sé porqué exactamente.
—Quiero que me bajes. Ahora.
No tengo que repetirlo.
Adam me baja con cuidado, aún cuando no estoy tan lejos del suelo, lo hace.
Estamos mirándonos y yo, realmente, ya no sé que quería decir.
—No vuelvas a besarme, Adam —sentencio, no muy convencida, luego de un pequeño silencio—. Jamás.
—Elle...
—Jamás —repito, empujándolo lejos de mí para huir. O al menos lo intento.
Adam me toma de las muñecas y acaba por acorralarme contra la pared. Tiene el rostro a centímetros y una expresión que no entiendo.
Se relame los labios antes de hablar.
—¿Realmente es eso lo que quieres? —me reta y aunque me tardo unos segundos, acabo por asentir— Mientes, otra vez, Elle. Porque lo querías tanto como yo.
—Adam...
—Vamos, mienteme de nuevo —me dice—. Dime que no es así —aleja su mano de mis muñecas. Me toma de cuello—. Dime que estoy enloqueciendo solo, Elle.
Su pulgar juega con mi labio inferior. Mi respiración se acelera y entrecorta.
Sonríe, antes de acercarse a mí.
ESTÁS LEYENDO
Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...