Mi despertar es como el de un día normal esta mañana. Antes de irme, dejo preparado el desayuno y verifico llevar absolutamente todo. La universidad no está tan lejos, pero si algo se me olvidara no podría regresarme. Llegaría tarde a clases y eso no está en mis planes. Aunque parezca una broma, realmente intento con todas mis fuerzas ser muy puntual con mis asuntos.
Me miro en el espejo una vez más y termino suspirando. Soy una chica con un aspecto que quizá ya hayas visto cientos de veces por la calle, ¿Sabes?. Un cabello castaño oscuro que corté recientemente para verme sólo un poco diferente, aunque no sirvió de nada porque me miro completamente igual. Mis ojos son de un color café claro o miel, como mamá suele decir, bastante curiosos porque a veces cambian de color. Mi estatura no ha decidido avanzar desde mis diecisiete por lo que al lado de cualquier persona soy menuda. Mi piel es tan blanca que las marcas se me hacen con mucha más facilidad que a cualquier otra persona. De hecho, no me extrañaría tener un golpe color morado y verde por culpa del tipo de ayer.
Finalmente sacudo la cabeza y me coloco las gafas.
Guardo las llaves en mi bolsillo trasero y en lo que camino al ascensor busco las llaves de mi coche en mi bolsa sólo para verificar que no las he olvidado.
Llego al ascensor y presiono el botón y me alivio cuando no tengo que esperar mucho tiempo por él. Doy un paso hacia el frente. Uno sólo antes de detenerme en seco. Mis labios se entreabren y tengo que parpadear un poco para ver mejor. Es una suerte que traiga los lentes puestos esta mañana.
Hay un chico dentro. Y es el mismo de ayer.
El timbre del elevador me saca de mis pensamientos y sin tener otra salida entro al pequeño espacio y busco distancia de él quedándome en la esquina contraria. Miro disimuladamente sus brazos, porque creo que puedo estar equivocada, pero sus tatuajes se me han quedado grabados en la cabeza luego de ayer. Subo mi mirada hasta su perfil. Un escalofrío por toda mi espina dorsal me recorre entera.
Sacudo mi cabeza y decido apartar la mirada. Entonces lo siento. No hace falta que siquiera mire de reojo, sé que está observandome e inevitablemente siento la enorme necesidad de desaparecer ahora mismo. Comienzo a mover mis piernas porque estoy comenzando a sentirme nerviosa y termino acomodándome el cabello tras las orejas para calmarme un par de veces. Lo guardo y lo vuelvo a sacar. Lo vuelvo a guardar y lo vuelvo a sacar.
El timbre del ascensor suena y soy la primera en salir. Camino lo más rápido que puedo hacia la salida para llegar al estacionamiento y ni aún estando bastante lejos, el bochorno desaparece. ¿Sabrá quien era yo? ¿Será consciente de que fue a mí a quien quebró el móvil? No, por supuesto que no. ¿Verdad?
Subo a mi auto y me marcho.
Llegar a la facultad no me toma mucho tiempo. Pronto estoy en el estacionamiento y recorro el campus en busca de alguna de las chicas o de alguna compañera o conocido. Aunque eso último es casi imposible, pues no es como que tenga muchas amistades por aquí. Mis conversaciones con ellos son estricta y únicamente universitarias. Sólo eso.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...