Capítulo 07| Elle

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Me siento extraña.

Comienzo a incorporarme sobre la cama, a la que, por cierto, no recuerdo cómo llegué. Miro la hora en el despertador. Es de noche ya.

Cierro los ojos y el recuerdo de Adam y yo atrapados en el elevador es lo único que tengo en mi cabeza. Tengo también olor a alcohol profundizado en la nariz. Salgo de mí habitación para buscar a Tamara y me sorprendo al mirar a todos en el departamento.

¿Qué ha pasado? ¿Me he desmayado?

—No vuelvas a darme un susto así nunca más en la vida —me pide Tamara y me abraza fuerte.

—Hemos venido en cuanto Tamara nos llamó, ¿Estás bien? —me pregunta Amanda.

No estoy muy segura de ello, pero acabo asintiendo. El estómago me ruge y tengo sed. ¿Me he quedado dormida tanto rato?. Tamara me pide que me siente y lo hago.

—Me duele un poco la cabeza, ¿Qué fue lo que pasó?

—¿No lo recuerdas?

Intento obligarme a recordar navegando en los recuerdos de lo que fue mi día por hoy, pero no hay nada. Realmente nada. Niego.

—Sólo recuerdo estar encerrada en el elevador —digo—. Con Adam.

—Te desmayaste, Elle  —me dice Tamara.

—¿Quién es Adam? —cuestiona Amanda.

—Vive en el departamento de arriba, es... un amigo  —le resto importancia—. ¿Qué más pasó?

—¿Desde cuándo Elle Hyland tiene amigos? Creí que el único era yo —bromea Jack y aunque me río, sigo teniendo esa espina en el cuerpo por saber qué exactamente ocurrió.

—¿Qué más ha sucedido? —insisto.

—Adam se ha quedado contigo hasta que repararán el ascensor y te ha llevado a tu habitación. Bueno, primero llamaron a la ambulancia, te checaron y me ayudó a subirte. Quedaron atrapados, no lo sé, ¿Veinte minutos?

Tamara mira a Jack y a Amanda buscando una confirmación que no llega. Asumo que al menos por ese lado nadie me podrá responder.

—¿Quién es ese?

—Es una larga historia  —le vuelvo a restar importancia, otra vez.

No es que no quiera hablar de Adam. Pasa que no quiero hablar de Adam con Amanda. Su imaginación vívida y yo no nos llevamos precisamente bien.

—¿Tienes hambre? —pregunta Jack, acariciando la mano de Amanda—. Las chicas asumen que parte del malestar es porque no desayunas ni duermes bien. Estabas débil cuando los sanitarios te revisaron.

No tengo nada qué decir en contra de eso. Hoy no dormí bien, olvidé las llaves dentro, Tamara no regresó hasta en la mañana, tuve que pedirle ayuda a uno de los conserjes para que me abriera la puerta. Y a eso sumándole que dormí aproximadamente cuatro horas y nuevamente desperté tan tarde como para poder desayunar, supongo que tienen toda la razón.

—Estoy hambrienta, sí.

—Entonces...  —Amanda se pone de pie—, ¿Te encuentras muy muy mal o...?

Bajo el cielo de VancouverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora