Hoy he despertado tarde, me he perdido de las primeras lecciones y gracias al cielo Shaen me ha ayudado con los apuntes. Como siempre.
He salido hecha un desastre del departamento y al estar tan de buen humor ni siquiera me he molestado. Hoy me siento demasiado animada y sé perfectamente que todo se resume en Adam. Hay una sensación extraña en mi pecho cada que pienso en él y luego hay otra que la opaca, esa que suplica no volver a revivir un momento como el de anoche porque ya no sabría qué pensar.
Todo siempre es coincidencia, pero, ¿Hasta cuando?
Shaen me ha preguntado el motivo de mi entusiasmo un par de veces, pero no le he dicho nada más que regalarle una sonrisa. No es un amigo muy cercano para comentarle sobre mi vida, y de todas formas, no podría de ninguna manera comentarle sobre la verdadera razón.
Shaen lleva interesado en mí desde hace algún tiempo. Quizá unos meses. Es apuesto, detallista y se preocupa mucho por mí, pero no me interesa. Es sólo mi compañero de clase.
—¿Sabes? Podríamos quedar un día para unir nuestros apuntes y hacer el trabajo de Lewis —sugiere.
—Podría, sí.
—Luego estaría bien ir a comer, ¿No te gustaría?
Doy otro sorbo a mi bebida y me quedo con el vaso en mis labios aún cuando ya no hay nada. Estoy ganando tiempo, supongo.
—Yo... —me mira esperando una respuesta, parece fascinado con la idea. Suspiro—. Me encantaría.
Mi sonrisa es tan forzada que me duelen las mejillas.
—Debemos ir a clase —me levanto y comienzo a caminar dejándolo atrás.
Pronto lo tengo a mi lado.
Las siguientes clases transcurren sin complicación y el día se me pasa demasiado rápido. Nos han dejado tareas como para todo un año y creo que nunca me había sentido tan presionada, sin embargo, a pesar de todo eso, la sonrisa no se me ha ido. Sigue ahí.
Shaen como ya es costumbre me acompaña hasta mi auto mientras carga un par de libros de mi pertenencia. Siempre lo hace. Al subir cierra mi puerta y me dice que me escribirá para quedar un día para hacer los trabajos y sólo asiento y me marcho.
Ya buscaría la manera de huir de su intento de cita.
Cuando llego al apartamento, camino hacia mi habitación mientras me quito la ropa en el proceso. Necesito una ducha.
Cuando salgo, mi cabello gotea y mi cuerpo se siente relajado. Voy a la cocina por una manzana y cuando regreso a la sala, me acerco al piano y sonrío al recordar la noche anterior.
No puedo explicar lo que Adam me hace sentir. Son como descargas, no lo sé. El aire realmente me falta y mis manos pican una exageración por querer tocarlo siempre que asalta mis labios.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...