Es increíble cómo una persona puede conseguir habitar en tu mente más de lo considerablemente normal.
Desde que desperté no he dejado de pensar en Adam. Todo se resume en Adam, Adam, Adam.
Adam besándome.
Adam golpeado.
Adam besándome otra vez.
Y mi preocupación por Adam de nuevo.
Estoy confundida hasta la médula y he tenido que retener las ganas de ir a su departamento a saber como está. Es completamente comprensible que esté preocupada. Miré como lo tiraban a la calle como un animal y lo golpeaban, merezco mínimo una explicación porque he quedado totalmente inquieta y angustiada con el hecho de que no quisiera poner una denuncia.
Voy a enloquecer.
La voz de Amanda me saca de mis pensamientos y sonrío al verla. Ha estado encerrada en su habitación, apenas y ha salido para desayunar. El tema con Jack la tiene realmente mal, nunca la había visto tan apagada, Tamara por otro lado hace menos de quince minutos llegó de la residencia, prácticamente se ha mudado ahí. De hecho, no me extrañaría que Troy se lo pidiera.
-¿Saldrás? -me pongo de pie.
-Iré a hablar con Jack, no voy a ocultarme para siempre, tenemos que solucionar esto antes de que se marche -mira a Tamara-. Tamara se irá conmigo.
-¿Estarás con Troy otra vez?
Asiente, aunque parece estarse disculpando por la expresión en su rostro.
-Si, lo siento. Quizás duerma con él.
-Claro, ya follaron y te ha dejado loca.
-¡Amanda! -le reprendo.
-¿No te lo ha contado?
-¿Ya? -le cuestiono, un poco asombrada, pero sólo porque me ha pillado con la guardia baja.. Asiente- Bien. Supongo que me lo contarás luego.
-Si, prometo contarlo después -me abraza-. Nos tenemos que ir. Te queremos.
Es un poco más de las seis de la tarde. Es temprano y no tengo sueño, si comenzaré a estar sola tan a menudo será mejor que busque cosas qué hacer. Entretenidas, claro.
Tomo un libro de mi estantería y me voy con él al balcón. Me parece que leo al menos unas veinte páginas hasta que ya no puedo más. No estoy concentrándome para nada.
Miro mi piano un segundo y decido intentarlo con él. Llevo días sin tocarlo, suelo hacerlo en la madrugada cuando no puedo dormir, pero ya ni siquiera lo volteo a mirar. Cuando cierro los ojos, intentando sentir esa sensación en los dedos cada que lo toco, pero lo único que siento son los labios de Adam en los míos, su agarre firme en mi cadera y en mi cabello.
Es una tortura.
Las horas pasan y pronto Vancouver está completamente oscuro. Decido tomar chocolatada en el balcón mientras espero que el sueño llegue. Pero una hora después sigue sin aparecer.
-¡Noche de chicas! -alguien grita al abrir la puerta y pego un respingo. El corazón comienza a latirme apresurado.
Es Amanda.
-¿Podrías, por favor, dejar de hacer eso?
-Tengo copia de todas tus llaves, te aguantas.
-Eso se acabará en estos días, vete despidiendo de esos sustos que tanto te gusta darme -se acerca a mí y agarra mis mejillas.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...