Estoy sentada en una silla atada de manos y pies con un pañuelos en la boca. Mi cuerpo duele. Mucho.
Abro mis ojos lentamente un poco más y siento como de mi cabeza gotea sangre. Está cayendo sobre mi regazo.
Había rogado porque me dejaran ir al baño y lo conseguí, pero de nuevo me han hecho quedar inconsciente. Es como un patrón. Me duele todo el cuerpo, me han golpeado desde que llegué, probablemente esté cubierta de moretones justo ahora. No he hablado con alguien desde que estoy aquí, únicamente me he comunicado con el tipo que me cuida y se encarga de darme agua. No he comido bien, no he dado bocado desde que estoy aquí, la comida no la acepto con temor de que tenga alguna sustancia, pues sólo paso inconsciente las veinticuatro horas del día y encerrada aquí, en este sótano.
Ni siquiera sé si es de noche o de día.
No sé cuántos días han pasado, el lugar es oscuro, helado y huele a humedad. He estado aquí desde que me secuestraron, o eso creo. Recuerdo poco de cada vez que me permiten estar despierta. Me siento desorientada y el dolor en mi cabeza me está matando. He conseguido un teléfono, uno de los tipos que me cuidan se le ha caído del pantalón sin darse cuenta y gracias a que el suelo es de tierra no sonó al caer y he conseguido tomarlo. Eso fue hace uno o dos días, no lo sé. He querido llamar a Adam, pero no he encontrado el momento perfecto y apenas he logrado esconderlo dentro de mi braga y es un milagro que no me lo hayan descubierto aún.
No sé con exactitud qué día u hora es, realmente estoy desubicada y donde estoy, no ayuda mucho. Ni siquiera hay una ventana.
No he estado consciente de lo que pasa, cada que abro los ojos vuelven a golpearme hasta que caigo rendida y así sucesivamente e incluso en el agua han puesto pastillas para dormirme. Me siento sucia, pesada, tengo mucha hambre, sed, estoy sin energías, sin ganas y me duele todo el cuerpo. Probablemente me veo fatal porque me siento de tal manera.
Ya no lo soporto, sólo quiero que Adam venga por mí.
Uno de los sujetos que me vigila baja las escaleras y enciende una luz para verificar cómo estoy. Arrugo mi frente y a pesar de que todos aquí son unos brutos, él me levanta el rostro poniendo un dedo en mi mentón con delicadeza e incluso me parece ver una mueca en el suyo. Quizás sea por la sangre de la herida en mi cabeza, no lo sé.
Me suelta y estoy tan débil que dejo caer mi cabeza sin siquiera sostenerla. Me duele la nuca. No tengo fuerzas ni para eso.
Camina hacia las escaleras, pero no sube del todo.
—¡Está despierta! —grita y regresa hasta estar frente a mí con bastante distancia.
Por como me mira me queda claro que no le gusta mirarme como estoy. Doy lástima, estoy hecha una pena y creo que nunca me había sentido tan derrotada.
Unos pasos llaman mi atención y con la poca fuerza que tengo me siento erguida y miro hacia las escaleras. Un hombre bien vestido, algo mayor y regordete camina hacia donde estoy yo. Me mira con una media sonrisa y bajo la mirada. Tengo mucho miedo, sólo quiero salir de aquí, es todo. El tipo que me cuida se acerca en cuanto el otro le ha hecho una seña y retira el paño que tengo en mi boca con delicadeza sin importarle que hay alguien más aquí viéndolo todo.
Al parecer es el único a quien le interesa no hacerme daño.
—Pero, ¿Qué manera es esta de tratar a una dama? Mira nada más como está —se acerca hasta tocarme el rostro y me aparto lo más que puedo.
—Se ha equivocado de persona —la garganta me duele cuando hablo y la voz casi no me sale—. Por favor, déjeme ir.
Camina de regreso a la distancia que tenía, riendo.
ESTÁS LEYENDO
Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...