Epílogo

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En multimedia: Bruno Mars - Rest of my life

Si cierro los ojos y me concentro, creo que aún podría vivir el momento en el que le confesé a mis padres que Adam había vuelto. Regresé a la vida desde entonces.

Mamá se volvió loca y papá se lo había tomado bien, a pesar de que no le hacia mucha gracia por todo esos meses que pasé decaída. Pero de eso ya han transcurrido dos años.

Aunque sólo han sido veinticuatro meses y un poco más, han sido los dos años más movidos de mi vida.

Cuando Adam y yo decidimos retomar nuestra relación se mudó a mi departamento un par de meses después, pero eso sólo fue por unas semanas, pues terminamos mudándonos a otro departamento un poco más grande que Adam había encontrado en el centro de Nueva York, en una lugar cerca del conservatorio.

Nos pusimos al corriente de todo lo que había pasado en nuestras vidas durante los seis meses de ausencia luego de reencontrarnos y a pesar de que ya ambos sabíamos de antemano que momentos felices no hubieron, la captura de Macon fue el momento más alegre para los dos. Para Adam cuando ocurrió, y para mí hasta ese día que lo supe. Me habría quitado un peso de saberlo desde hacia tiempo. Pero ahora estaba entre las rejas. Actualmente lo estaba y eso era tranquilizador.

Aunque continúo en Juilliard y de cierto modo me mantiene ocupada, no ha sido impedimento para dedicarme a otras cosas. Adam y yo hemos trabajado juntos yendo a galerías de arte y presentando nuestras pinturas. Sé que había dicho que no era algo que lo apasionaba, sin embargo, creo que el viaje a Ámsterdam lo hizo enamorarse un poco de eso que tanto yo amo. Lo hemos hecho todo juntos. Fue en diciembre que decidimos hacer un viaje o más bien, él lo decidió, ya que nuevamente fue sorpresa y aunque le recordé que no era necesario y se excusó diciendo que sería por mi cumpleaños y que además serían una merecidas vacaciones ahora sin preocupaciones, no puse más negativas.

Viajamos, y aunque visitamos muchos lugares, el museo de Van Gogh y la casa de Anne Frank fueron nuestros lugares favoritos. Por un segundo recordé a Gus y a Hazel Grace en la casa de Frank, incluso nos sentamos en una de las bancas e hicimos el mismo viaje en bote por la ciudad. Fue simplemente increíble.

Dejé de rechazar las invitaciones y luego de asistir a dos, sola, recomendé a Adam y me tomé el atrevimiento de mostrar sus dibujos. Desde entonces somos una pareja de artistas con el mismo amor por ello. También hemos asistido a mis presentaciones de piano y a conciertos de orquesta. Todo ha sido mágico desde que regresó.

Hemos trabajado mucho desde entonces, así que no ha habido tiempo para nada. Y no hemos pasado por la suerte de un embarazo fortuito, increíblemente sabiendo que no me cuido de la mejor manera. Tampoco hemos hablado sobre una boda. Ya no tenemos mucho tiempo para nosotros o al menos así ha sido desde hace unos cuantos meses.

Adam se dedicó a buscar trabajo y desde entonces sigue laborando ahí. Ya las peleas ni siquiera existen en nuestro vocabulario, ya ni siquiera las mencionamos. Hemos avanzado y crecido al lado del otro. La beca que recibo de Juilliard al menos me ayuda a quitarme un costo de encima y aunque Adam por mucho tiempo trató de convencerme, continué trabajando en la cafetería durante unos meses más hasta que las invitaciones comenzaron a llegar una tras otra y ahora, al menos en Nueva York, soy una imagen conocida tanto por mis pinturas como por la agilidad con la que toco el piano. También por ser la supuesta esposa del dueño de las maravillosas obras de arte del festival LoveArt.

Bajo el cielo de VancouverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora