Capítulo 03| Adam

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Lentamente abro los ojos. Cuando lo consigo, el dolor de cabeza aparece para joderme la vida. No debí beber tanto anoche. Algo se remueve a mi lado, así que me tenso los primeros cinco segundos al no recordar nada.

La cabeza de Stella reposa en mi pecho y su brazo está rodeando mi abdomen. Creo que aún no le queda claro  cuando le digo “nada de cosas amorosas” y que no me gusta que se quede a dormir en mi apartamento. Maldigo, porque es raro. Ya no sé cómo hacerle entender que no estamos en una relación. Que nunca hemos tenido una relación.

De nuevo me he acostado con ella. Y no es que sea mala en ello, pero me había prometido que no volvería a pasar por esto, para evitarnos toda esos arrumacos que hace cuando se confunde.

Conocí a Stella el año pasado en una fiesta a la que había sido invitado. Una fiesta de universitarios. Ambos bebimos lo suficiente como para terminar acostándonos sin siquiera saber nuestros nombres. No hace falta mencionar que desde entonces follamos constantemente y para ser honesto, Stella sabe como dejarte echo polvo en la cama.

Con cuidado la aparto de encima y me siento a la orilla de la cama. La cabeza me va a explotar. Miro nuestra ropa en el suelo y suelto una risa porque no puedo creer que no recuerde nada, ni siquiera sé como di con ella. Agarro mi boxer del suelo y me lo pongo antes de caminar hacia el baño para echarme algo de agua en la cara a ver si eso funciona. Es una suerte que mi apartamento no esté hecho una pena. Todo está en su sitio, a excepción de mi habitación.

Miro mi reflejo en el espejo y ya mi pómulo se comienza a notar hinchado. Anoche tuve una pelea en el clun. Tengo cinco años dedicándome a las peleas clandestinas y sinceramente no pienso dejarlo. No es el dinero lo que mueve, que por supuesto tiene mucho que ver. Simplemente es algo que me gusta. Algo que, en algún momento, me permitió desahogar mis penas, así como algunas personas lo hacen en el alcohol.

Cuando se vive con una vida tan jodida como la mía, no hay mucha solución de donde agarrarse. Puedes fumar, puedes beber, puedes drogarse, pero no hay algo que te ayude a sobre llevarlo.

Nada.

No terminé la universidad. Resulta que cuando creces rodeado de problemas, padres con preferencias y eres un niño con problemas de ira que nadie quiere cargar, ni siquiera tú mismo, todo se va a la mierda. Tuve casi una infancia y una adolescencia normal, y digo “casi” porque durante todos esos años rompí muchas narices y a mis padres les ocasioné más de un problema y constantes dolores de cabeza. Mi madre era la que mejor sabia llevar mi falta de autocontrol. La que mejor supo lidiar con un hijo matón.

Mis padres se separaron cuando cumplí los quince y mi madre quedó tan mal que mi hermano Iván y yo fuimos a vivir con nuestro padre. Fue un infierno. Mi hermano era el consentido, el favorito, el jodido hijo perfecto y yo un estorbo a quien mi padre nunca vio futuro.

Mi padre me costeaba la universidad, lo hizo por un tiempo, pero con la condición de estudiar lo que él quería, no lo que yo deseaba. Lo soporté durante un año y a mis veinte me fui de la casa y decidí salir adelante solo. Sin vivir bajo la sombra de nadie. Claro que hubiese querido irme antes, pero tuve que trabajar por muchos meses, doblando turnos, eligiendo si comer o guardar dinero para poder irme lejos. Desde entonces no sé nada ni de mis padres ni mucho menos de Iván, probablemente ahora tenga unos veintiún años, no lo sé. Y también probablemente esté en la mejor universidad estudiando lo que sea que haya querido sin necesidad de acatar órdenes.

Durante el tiempo que me fui de casa de mi padre, busqué un lugar alejado y Vancouver me pareció una buena opción. Viví con Isaac durante años hasta que conocí a Aldo y llegué a las peleas clandestinas por su influencia hasta que poco a poco fui ganando el suficiente dinero para mantenerme. Nunca se me ocurrió terminar tan metido en un mundo como este; peleas, dinero, drogas, mujeres, apuestas. Claro que su lado oscuro está alejado de mí. Sólo asisto a las peleas.

Bajo el cielo de VancouverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora