Tengo la sensación todavía en los malditos labios. Me hormiguean y las ganas de volverlo a hacer están pudiendo conmigo.
Golpeo fuerte la puerta del departamento de Isaac. Cuando abre, ignoro que está de brazos abiertos, como si fuese a abrazarme. Le paso al lado.
—Necesito un porro —le digo, pero en lugar de eso, tomo el bong que está en medio de la mesa en la sala.
Isaac se ríe.
—Alguien tiene una crisis —canturrea—. Adivino, tiene que ver con una chica que no puedes llevar a la cama.
Puedo. Pero no pienso decir de eso, ni tampoco es algo de lo que quiera hablar con él.
—Puedes irte mucho a la mierda si estás burlándote de mí, Isaac —suelta un silbido.
—Viejo, cálmate. Sólo es una broma, ¿Qué te ha pasado?
Toma una cerveza de la mesa y la abre para mí, luego me la tiende.
No le respondo, así que se tira en el sofá con los brazos en el respaldar.
—¿Vamos a seguir con los secretos?
—Que no quiero hablar de eso.
—Mierda, Adam. Sí que eres raro —se queja de mí. De hecho, siempre se queja de mí, pero también siempre me salgo con la mía—. ¡Bien! —se da por vencido—Deja busco cigarrillos. No insistiré más en querer saber lo que pasa en tu vida de mierda.
—Si no fuese complicado...
Se pone de pie.
—El único complicado eres tú —me dice—. Si enfrentaras las cosas no estarías quejándote aquí ahora mismo.
—Trae los cigarros de una vez y deja de molestar.
—¡Cómo digas!
Mirar el departamento de Isaac hecho una pena me recuerda una de las razones por las cuales quise mudarme a vivir solo.
Es un desordenado de mierda.
Cuando conocí a Isaac, hace más de cuatro años, peleaba en Privilege desde hacía un poco más de un año. Los primeros meses me ofreció su departamento para vivir con él. Compartíamos los gastos y ciertamente todo era demasiado bueno.
Con el tiempo Isaac comenzó a invitarme a sus peleas en el club. A las primeras no asistí, pues no me llamaba mucho la atención y la dirección del lugar me quitaban las ganas de ir. Hasta que una noche me decidí y fue cuando todo inició.
Conocí a Aldo gracias a Isaac, claro, y fue gracias a los dos que acabé metido en esto. Meses después, casi exactamente un año, Isaac fue el primero en hablar sobre salir de las peleas clandestinas. Y lo apoyé.
Para nadie es un secreto todo lo que hay detrás. Las redes peligrosas que apoyan esto, los tipos que visitan el club y que, incluso, hacen tratos con algunos de los peleadores, incluso a veces suelen ser ilegales, por no decir que la gran mayoría. Dinero extra, engaños, amenazas, droga.
Todo lo que un ambiente clandestino conlleva.
Isaac nunca fue ignorante a ello, pero lejos de temer caer en negocios sucios, fue su sueño de tener un puesto de trabajo propio lo que le incentivó a salir. Ahorró el dinero de las peleas por meses, también hizo trabajos pequeños en locales para tener extras y de mis pagos recuerdo haberle ayudado para que todo avanzara más rápido.
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Bajo el cielo de Vancouver
RomanceElle es sinónimo de monotonía; lucha constantemente contra su piano, asiste a clases de pintura cada miércoles, intenta dividirse entre leer las aburridas lecturas de la universidad o leer una de esas novelas románticas mientras sueña con algún día...