C A P Í T U L O 20

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______ Williams.

—Te has vuelto diferente—mencionó.

No, Allison, siempre he estado rota—sonreí a medias.

—Nunca pude comprender porque me dejaste sola en esa casa, siempre te veías tan feliz y reías por todas mis ocurrencias—sus ojos verdes se encontraron con los míos.

—No quería que me vieras mal, solo forzaba una sonrisa para tí—ella colocó su mano sobre la mía.

Estamos en una azotea mirando un atardecer, uno de los más hermosos que he visto.

—Y así fue durante años, de verdad lamento que pasaras por abusos de nuestros padres y te sintieras mal—me dio un leve apretón.

—Un día ya no podía dejar de fingir—suspiré—ya no sabía como ser yo. Las sonrisas falsas salían sin esfuerzos, mis risas se escuchaban tan naturales que asustaban.

Bese su cabecita.

—De verdad dolía pero quería seguir aquí—la miré—Quería seguir por tí.

—Me duele que seas tan fría ahora.

—Ahora que no estas, ya no tengo que fingir, solo es un mecanismo de defensa—me encogí de hombros.

—Esa chica, Madelaine, te ha ayudado mucho—sonreí genuinamente.

—Sí, sí lo ha hecho.

Nos quedamos mirando el cielo con nuestras manos entrelazadas.

—Hace años quería morir, pero tenía un sueño, uno que temía que se rompiera—hable—Ese sueño eras tú, si tú eras feliz yo igual, por eso seguía aquí, por tí.

—¿Y ahora? ¿Cuál es tu nuevo sueño? ¿Por qué sigues aquí?—inquirió.

Después de que me dejaras, sentí como cada día me hundía un poco más, sin importar la terapia o las palabras motivacionales de Davina, pensaba suicidarme después de que se cumplieran cuatro años de tu muerte.

—¿Qué cambió?—ella ya sabía la respuesta.

—Madelaine—sonreí—Ella es mi nuevo sueño.

Cuídala mucho—aconsejo.—Algún día nos volveremos a ver, ______.

—A veces no se como seguir sin tí, te necesito—admití.

Encontrarás la manera de hacerlo, algún día dejará de doler,______.

Ahí desperté.

Estaba sudando, mi pecho se encogió.

Solo fue un sueño.

Estoy en mi cama, con una dulce y tierna pelirroja apegada a mi cuerpo, sonreí con nostalgia, soñar con Allison era bonito y por otra parte dolía.

Metí mi mano por su camisa y empecé a acariciar su espalda, hasta que se fue removiendo.

—Buenos días—mencionó abriendo sus iris marrones.

Me pierdo en tus ojos (Madelaine Petsch y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora