|Capítulo 11|

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Lea

La mirada de Dante me estaba poniendo nerviosa, pero traté de no demostrarlo. Sus ojos verdes estaban haciendo contactos con los míos y a la vez estaba mirando cada detalle de mi rostro. Él no respondió, solamente se quedó mirándome a los ojos mientras rozaba nuestros labios. Quiero que sea él quien me bese a mí y no yo la que le de el beso a él. 

Llevó una de sus manos a mi cintura y me acercó a su pecho, ocasionando que mis manos se vayan a parar a su fuerte pecho cubierto por una camisa. 

Sentía como mis labios picaban, deseando hacer contacto con los suyos, mis manos también picaban, deseando tocar su hermoso rostro. Su aroma era un olor fuerte pero delicioso, olía a perfume caro de hombre y mis fosas nasales podían percibir un fresco olor a menta.

Uno de mis aromas favoritos.

Acercó más su rostro al mío y sentí nuestros labios aún más cerca. No era estúpida, él me estaba tentando, intentando que yo fuese quien le dé el beso primero, y aunque me cuesta admitirlo, lo estaba logrando.

¿Quién se podría resistir ante semejante hombre?.

Dante

Estaba intentando tentarla y sabía que lo estaba logrando por la forma en la que ella me miraba. Aprovechando que tenía una de mis manos en su cintura, levanté su camisa un poco y comencé a hacer círculos pequeños con la yema de mi dedo pulgar. 

Su cuerpo se tensó y sus vellos se erizaron. Ella era la indicada para nosotros y lo sabíamos porque su cuerpo reaccionaba ante nosotros.

Salí de mis pensamientos cuando ella pegó bruscamente sus labios a los míos. Sus labios se sentían cálidos, suaves y carnosos encima de los míos. Correspondí a su beso rápidamente y con más intensidad que ella. Mi manera de besar no era suave ni mucho menos tranquila, era brusca y agresiva. Llevé mi mano a su coleta y la jalé hacia atrás. Ella gimió de dolor pero siguió besándome.

No me preocupaba en lo absoluto porque sabía que no fue lo suficientemente fuerte como para que le doliera la cabeza más tarde o como para causarle daño.

Mi mano izquierda la dirigí a su trasero y comencé a amasarlo por encima de ese corto short. Amaba su trasero, era extenso y enorme. Sus piernas eran blancas y cremosas y sus senos no eran pequeños pero tampoco grandes. Lo justo y lo necesario. Prefiero un buen culo antes que unas tetas, Lucca prefiere unas tetas antes que un culo y Bruno prefiere unas hermosas piernas. 

Ella tenía un buen trasero y eso era perfecto para mí.

Sus tetas no eran enormes pero sabía que a Lucca les habían gustado.

Las piernas de ella eran torneadas, suaves y cremosas. Perfectas para Bruno.

Solté su cabello y dirigí esa misma mano a su cuello, apretándolo un poco. Sus manos fueron a mis caderas y su lengua se adentró a mi cavidad bucal. Su lengua se sentía suave y cálida mientras danzaba al mismo compás con la mía.

-Maldición, nena- jadeé en busca de aire y la miré a los ojos. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus hermosos labios estaban entreabiertos e hinchados.

La volví a besar pero esta vez con un poco más de agresividad que antes. Mordí y chupé su labio inferior todas las veces que pude a mi antojo.

(...)

-Maldición, esto está delicioso- exclamé sorprendido cuando probé la deliciosa pasta que había preparado Lea. Esto realmente tenía un sabor exquisito. La pasta tenía el punto de cocción perfecto, la salsa picaba pero no lo suficiente como para ser molesto y los condimentos que ella le había agregado a la salsa se sentían deliciosos.

Lea [EN PROCESO Y EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora