CamilleCuatro días después de mi llegada a Seattle, me encuentro sentada en la silla de la cocina frente al comedor, mirando fijamente a mi chef favorito que no deja de arquear una ceja divertido con la situación, y el gesto me hace sonreír en complicidad porque no tenía idea cuánto extrañaba su compañía.
Termino el último bocado del pedazo de tarta que me sirvió y emito un gemido de satisfacción cuando el sabor me abraza el paladar, al mismo tiempo en que le sonrío a Daniel con cierta admiración. Sus labios se curvan en una mueca juguetona, sintiéndose en las nubes, al saber que las tartas son una de tantas especialidades. Son muy buenas, no lo niego, pero no he podido encontrar una que enamore mi paladar.
—¿Y qué tal? —pregunta, haciendose el tonto. Desea que alimente su ego y en parte no me molesta hacerlo, se lo merece—. ¿Te gustó mi obra maestra? Porque basándome en los gestos que acabas de hacer mientras la probabas, yo no tengo dudas —insiste con aires de grandeza.
Ahogo una carcajada mientras asiento en respuesta.
—Está genial, no cabe duda que no has perdido tu toque —admito, enfocando la mirada en mi plato ahora vacío.
—¿Quieres más? —ofrece enseguida. Hace el ademán de levantarse de su asiento y niego al instante.
—No me des más, por favor, o voy a reventar —hago un ademan con las lanos y se ríe—, sólo guárdale un trozo a Ellie, las fresas son sus preferidas —comento al mismo tiempo en que me levanto de mi asiento, llevando el plato al fregadero.
Obedece a lo que digo. Lo veo guardar el resto de la tarta en el refrigerador después de hacer un espacio entre los toppers de comida que guardó Luz, y sonrío relajada cuando sus ojos tropiezan con los míos. Vuelvo a lo que estaba haciendo inicialmente, pasan varios minutos y termino de enjuagar el plato. Me quedo en silencio y puedo sentir la intensidad de su mirada, me giro para verlo, fingiendo una enorme sonrisa, no quiero que se preocupe y me cuestione más.
Seco mis manos con la toalla de la cocina puesta sobre la encimera y me encamino a la sala de estar, con la intención de tomar mi abrigo de peluche negro y mi bolso. Cuando ya tengo todo lo que necesito, regreso la mirada a él nuevamente, obteniendo toda su atención.
—Ya podemos irnos —le aviso, sutil—, sé que me estará esperando, no retrasemos más el momento —él me regala una sonrisa apenada, acto seguido toma su cazadora del sofá y abre la puerta, esperando a que salga primero para después hacerlo él.
Caminamos hasta la camioneta que se encuentra estacionada enfrente de la propiedad. Me hundo en la tranquilidad del silencio que nos embarga, sin saber qué más decir o hacer. Juego con mis manos en un tonto intento de ocultar mi nerviosismo, pero a medida que avanzo siento el aire comprimirse en mis pulmones. Ignoro los recuerdos que mi mente quiere evocar, no le tomo importancia a las reacciones de mi cuerpo y me subo a la camioneta antes de que me arrepienta.
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No Me Sueltes (+18) [En proceso]
RomanceDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...